Cap 40

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No sé cuántas semanas han pasado desde que volví a casa.

Las terapias psicológicas me parecen una pérdida de tiempo cuando lo único que quiero es saber qué está pasando con Julian. No puedo dejar de pensar en él. Me tortura la idea de que puedan hacerle daño mientras está detenido.

He traído a Diablo a casa. Mi mamá se negó rotundamente al principio, pero no pudo haberme importado menos. Mi hermana lo adora y parece hacerle bien a Diablo tener alguien que quiera estar cerca de él todo el tiempo, sobre todo cuando yo me la vivo en la delegación, intentando hacer algo por Julian.

Mi casa me parece ajena. No la siento como antes. Es como si perteneciera a otro lugar. Como si todo esto no fuese parte de mí.

Mi mamá trató mil veces de hacerme abortar, pero la decisión está tomada. No voy a hacerlo. Voy a tener a mi bebé y nadie va a impedirlo.

Ésta mañana es diferente. Ésta mañana es el juicio en contra de Peter y Pablo, y por la tarde será el de Julian. Han decidido hacer los juicios por separados debido a las agravantes y atenuantes que presentan cada uno de ellos.

Peter será procesado por secuestro, violación, crimen organizado, e intento de homicidio, debido al disparo a Julian. Pablo y Julian serán juzgados por secuestro y complicidad delictiva.

Hablé con el abogado de mi papá acerca del caso de Julian y me explicó que Julian tenía muchas cosas a favor, debido a que no había estado implicado en mi secuestro de la misma forma en la que Peter y Pablo lo estaban. Julian no me había secuestrado. Él no me había privado de mi libertad. Peter y Pablo me habían atacado en el estacionamiento del estudio de ballet. Julian no había tenido nada que ver.

Me explica que la privación de la libertad está penada con treinta años de prisión, que la posesión de armas, que pueden ser hasta dieciocho años; y la extorsión pueden llegar a ser hasta diez años.

Me dice, también, que Julian está en una posición muy favorable debido a que, gracias a él, yo supe el nombre de los implicados, lo que quiere decir que entregó a los demás culpables.

—Con suerte, será penado con diez o doce años de prisión —dice y siento la bilis subiendo a mi garganta.

"¡Diez años!" me grita mi cabeza y quiero llorar.

Estoy temblando de miedo cuando entro al juzgado. No puedo dejar de pensar en las palabras del abogado. No puedo dejar de pensar en aquel estúpido número. No puedo dejar de pensar en lo que va a ser de mí, sin Julian a mi lado.

Los recuerdos de la cabaña me abruman, y al mismo tiempo, se sienten tan lejanos y ajenos a mí, que me aterra que todo haya sido producto de imaginación.

Tengo tanto tiempo sin ver a Julian, que me da miedo toparme con él y no saber qué decirle. No saber qué hacer.

El juicio de Peter es rápido y concreto. No hay mucho que argumentar a su favor y, cuando me toca declarar delante del juez, sólo digo la verdad.

Pablo también declara y confiesa haberme investigado y seguido durante semanas, por órdenes de Peter. Confiesa haberme golpeado en el estacionamiento. Confiesa haberlo hecho con Peter como compañía, y confiesa haberme mantenido cautiva durante seis meses.

Para cuando termina de hablar, está llorando. Mi corazón se estruja dentro de mi pecho, pero no me permito expresarlo. Siento lástima por él, y me pregunto cómo habría sido si nos hubiese ayudado. Si se hubiese negado a hacer lo que Peter le pedía y seguir sus propios instintos...

—Se encuentra al acusado culpable del delito de privación de la libertad, extorsión y posesión de armas —dice el juez, y siento como si hubiesen liberado una enorme presión dentro de mi pecho. No puedo evitar sentirme aliviada. No puedo evitar sentir lástima por él—. Se le condena a cincuenta años de prisión sin derecho a fianza.

Veo cómo se llevan a Pablo esposado, con la cabeza gacha y un nudo se instala en mi garganta.

Cuando viene el juicio de Peter mi corazón late a una velocidad impresionante.

Está ahí, sentado en una silla, esposado, junto a su abogado. Su expresión está en blanco y, cuando le llaman a declarar él no habla. No dice ni una sola palabra. Sabe que todo lo que diga será utilizado en su contra y que, cualquier comentario en falso, podría agravar su situación.

Es inteligente. Es malditamente inteligente.

Cuando me toca declarar, digo la verdad acerca de todo; los golpes, los gritos, los maltratos, la violación. Los disparos en el bosque, sus planes de matar a Julian y sus planes de entregar mi cuerpo sin vida debido a que le vi el rostro.

Un policía habla acerca del modo en el que lo encontraron: apuntando el cañón de su pistola en la cabeza de Julian y de su intento de escape.

Tras horas y horas de incesantes pruebas y agravantes, el juez dicta su sentencia:

—Culpable de todos los cargos —dice sin inmutarse, y comienza a enumerarlos—: Privación de la libertad, extorsión, violación, intento de homicidio y posesión de armas. Se le condena a ochenta años de prisión sin derecho a fianza.

Lo único que puedo ver en el rostro de Peter es un destello de pánico, pero no le dura ni un segundo. Observo cómo me mira cuando se lo llevan y siento la bilis subiendo a mi garganta. Esto es demasiado. Esto es más de lo que puedo soportar. Yo no puedo con esto.

Salgo de la sala con los ojos llenos de lágrimas. Necesito unos minutos. Necesito unos minutos para mentalizarme. Estoy aterrorizada. Es el turno de Julian. Es el turno de Julian y no quiero escuchar cómo lo condenan injustamente.

Estoy temblando de pies a cabeza. Quiero gritar. Quiero llorar. Quiero que todo esto sea una pesadilla.

Escucho un sollozo ahogado y alzo mi vista del suelo.

Una mujer llora en los brazos de un hombre y mi corazón se detiene durante lo que parece una eternidad. El hombre tiene cabello oscuro como la noche, mandíbula angulosa, piel morena clara y ojos color miel. Es el padre de Julian. Tiene que serlo.

Hago mi camino hasta ellos. Tengo que decirles. Tienen que saberlo...

—Sólo quiero que sepan que... —mi voz suena inestable por el nudo que siento en mi garganta—. Sólo quiero que sepan que Julian no hizo nada malo. No es culpable. Nunca me hizo daño... Yo....

No puedo continuar.

Lágrimas pesadas caen por mis mejillas y ahogo un sollozo. Me cubro la boca con una mano y reprimo un gemido lastimoso. Duele. Duele tanto que no creo que pueda soportarlo.

Mis ojos se cierran con fuerza y siento cómo tiran de mí hacia adelante. Unos brazos delgados y cálidos me envuelven y me rompo a llorar.

EncerradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora