No he querido probar bocado. Estoy tan aterrorizada que siento que, si abro la boca y pruebo algo, voy a vomitar. No sé qué horas son, no sé dónde estoy... Lo único que puedo hacer es escuchar las horribles maldiciones que sueltan aquel trío de idiotas.
Me duelen las muñecas de tanto forcejear con la cuerda que las sostienen. La garganta me duele de tanto gritar y los ojos me arden por tanto llorar. Pablo es el más imbécil de los tres. Se la vive haciendo bromas de mal gusto y yo no puedo dejar de aborrecerlo por intentar hacerme reír en mi situación.
Máximo, por otro lado me aterroriza hasta la mierda. Creo que, si me descuido, va a matarme.J es el más consciente de los tres. Parece tener un lado humano y, a veces, noto el remordimiento de conciencia en su voz cuando me pregunta si quiero agua. Sé que él no me atacó porque está sorprendido de tenerme en donde sea que me tienen.
El silencio se ha extendido por más de media hora y sé que, seguramente, es muy de madrugada. No tengo fuerzas para luchar, así que me quedo recostada contra la fría pared detrás de mí.
Escucho el crujir de la puerta y me pongo alerta. Sigo con los ojos vendados. Éstos bastardos son listos.—Debes comer algo. —dice la voz ronca de J.
Yo trago saliva duramente y mascullo— No tengo hambre.
—Lo sé, pero debes comer algo. Tengas hambre o no. —me ordena, pero hay algo cálido en su voz.
Hago una mueca cuando acerca una cuchara a mi boca. —Abre. —dice.
Yo aprieto los labios, como si fuera una pequeña niña berrinchuda. Escucho el golpe de la porcelana que sospecho, es un plato, y dice—: Puedes hacernos esto fácil, o puedes hacernos esto demasiado difícil. De cualquier modo, yo terminaré ganando. Tú decide: Abres la boca y comes, o te introduzco la comida por la nariz. No va a ser agradable.
Espera por mi respuesta y siento ganas de llorar, una vez más. —Bien —murmuro —. Escojo el lado fácil.
—Buena decisión. —dice.
Siento el borde de la cuchara en la entrada de mis labios y abro la boca. El sabor a sopa de pollo explota en mi boca y me doy cuenta de lo hambrienta que estoy. J acerca otra cucharada de sopa y mastico un trozo de pollo.
—¿Pan? —pregunta.
Yo asiento, con la boca llena. Él pone un trozo de pan en mis labios y yo lo mastico lentamente.
—Dios, esto es delicioso. —digo, saboreando mis labios.
—Gracias —dice J, y escucho calidez en su voz.
Mi ceño se frunce mientras siento la cuchara en mis labios una vez más. —Yo la he preparado —dice J. ¿Es mi imaginación o suena avergonzado?
Mis cejas se disparan al cielo mientras trago y digo—: Podrías estar haciendo algo más provechoso de tu vida, ¿Sabes?, ser chef, por ejemplo.
El silencio tenso invade la habitación y, por un momento, creo que está tan enojado que va a golpearme.
—¿Agua? —dice, finalmente.
Mi ceño se frunce una vez más y asiento. Siento el borde de un vaso en mis labios y lo inclina. Yo bebo el agua, pero se derrama un poco sobre mi barbilla, cuello y ropa.
—Maldita sea, lo siento. —dice J, limpiando mi barbilla y mi cuello con lo que podría ser un trapo.
Continúo comiendo lo que J pone en mi boca y es delicioso. Cuando termino de comer me lamo los labios, preguntándome cuándo volverán a darme algo de alimento.
—Deberías intentar dormir un poco. Es bastante tarde. —dice J.
—¿Q-Qué hora es? —tartamudeo.
—Las tres y media de la mañana. —dice.
—¿Y cómo es que haces sopa de pollo a las tres y media de la mañana, J? —digo.
De nuevo, silencio. Como si estuviera pensando su respuesta. —No podía dormir sabiendo que no habías comido nada desde que llegaste. —dice, finalmente.
Algo se revuelve dentro de mi pecho. Estoy agradecida con él. Contra todo lo que debería estar sintiendo en éste momento, estoy agradecida. —G-Gracias por la sopa, J —digo. La voz me tiembla por la emoción y me siento una idiota.
No debería estar dándole las gracias a uno de los hombres que me mantienen encerrada.
—Espera un segundo, ¿está bien?, ahora regreso. —dice.
Escucho la puerta cerrarse y me inquieto un momento. Tras un par de minutos que parecen eternos, escucho la puerta abrirse.
—¿J? —inquiero, sin embargo él no me responde.
Escucho cómo trabaja lo más silencioso posible y luego dice —Ven aquí.
Antes de que yo pueda procesar lo que está pasando, J me está elevando del suelo en brazos. Siento su pecho firme, y su aroma a perfume y desodorante, me golpea de forma agradable. Es bastante fuerte y puedo deducir que se ejercita con frecuencia por la forma en la que me levanta del suelo como si no pesara más de veinte kilos.
De pronto, estoy sentada en algo blando. Mi espalda agradece el cambio de postura y material. Me doy cuenta de que ha preparado una improvisada cama para mí. Me toma las manos y se detiene. Mi corazón late con fuerza porque sé que está considerando desatarme.
—¿Puedes prometerme que no vas a intentar nada estúpido? —susurra. Siento su cálido aliento rozando mi mejilla.—No —me sincero.
—Eso temía —dice. —. Lo siento, cielo. Tenía la intensión de desatarte las manos, pero parece que no me dejas otra opción más que dejarte como estás.
Yo trago saliva, intentando deshacer el nudo de mi garganta.
—Recuéstate —me ordena.
Yo lo obedezco, mi cuerpo gritando por el dolor palpitante en mi costado, y siento cómo me arropa con una cobija. —Lo lamento, cielo. —masculla, antes de alejarse de mí.
Escucho la puerta abrirse y digo en voz alta—: Oriana. Me llamo Oriana.
El silencio se extiende, nuevamente, pero sé que J aún no se ha ido. —Descansa, Oriana. —dice finalmente y escucho la puerta cerrarse.
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Chicas, pueden compartir mis historias!? Se los agradecería mucho
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Encerrada
FanfictionOriana Sabatini era hija del dueño de uno de los más grandes emporios de Inglaterra. Destinada a vivir en los lujos excesivos el resto de su vida, destinada a la grandeza. Destinada a la riqueza y la comodidad y con un futuro prometedor en el ballet...