Me enamoré de un demonio. (Yaoi)

"Arrepiente, Arrepiente: Oh señor, perdona a este pecador...que ha caído en la codicia, que ha caído en la locura y en la avaricia."

Cantaban a mi alrededor, los borrones negros se expandían haciéndome la visibilidad mucho más borrosa y difícil de lo que de por sí ya era. La oscuridad alumbraba mi campo y justo el sabor metálico en mi boca me hacía darme cuenta que seguía vivo.

"Arrepiéntete de tu crimen, arrepiéntete de tu vida. Deberemos convertir todo en polvo, deberemos convertir todo en polvo."

El pálido rostro de mi amado desde lo alto me observaba con tristeza y dolor. Lágrimas caían de su pálido rostro dejando marcas invisibles en mi corazón. Jamás me había sentido tan impotente y tan inútil en todos estos años de vida; solamente podía estar en suelo esperando o que un milagro nos salvara o la tragedia ocurriera.

"Deja que la luz te queme, solo hacemos lo correcto. No hay camino a tu salvación."

¿Cómo es que llegamos a esto?
¿En qué momento paso?
¿En qué momento se salió de mis manos?
¿Por qué pasaba todo esto?
¿Qué sucedía?

¿Dónde estábamos?

- ¡Éste es el castigo que se merecen los pecadores!- gritó aquél que parecía ser una especie de sacerdote psicópata o algo por el estilo. Tal vez mi mente me jugaba una broma atroz que me hacía escucharle con más ferocidad y gravedad de lo que debería en su voz.

Él miró súbitamente el cielo tan rápido que su cabello brincó de toda su cara, sus ojos carmesí miraban con terror a la oscuridad: Como si una verdad espantosa se acabará de revelar ante él, su pecho subía y bajaba agitado con un pánico inminente. Lanzó un gritó arqueándose dolorosamente hacía atrás como si le acabasen de poseer.

Todos callaron sus cánticos mirando con éxito las convulsiones que empezaba a tener sin poder liberarse.

-Ah...- soltó un suspiro; sus ojos se desorbitaron totalmente y todo su cuerpo cayó hacía adelante, sino fuera que estaba sujetó con esas cuerda hubiera caído de cara al suelo.

-¡ALBERT! -Chillé. No sé que tan fuerte, no sé si me quedé mudo de tan fuerte que bramé, no sé cuantas personas me sujetaban para no lanzarme a sus pies.

Pero sabía que lo había perdido.