Capítulo 5:¿Lo conoces?

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"He hecho algo malo... ¿cierto?
Lo siento, lo siento mucho..."

Narra Hugo.

Mi hermano comenzaba a enlazarse con el desconocido de a habitación de al lado. Pero fuera de que eso fuera REALMENTE extraño, me desconcertaba de manera enorme él no conocerlo, soy Hugo Valentines, conozco a todo mundo en esta ciudad, desde el "ratón nerd de la biblioteca" hasta la chica más guapa de la ciudad.

Pero a él, no. Ni si quiera me ha parecido ver esos ojos antes.

El problema ahora la responsabilidad que mi familia cargaba con el sujeto, desconocíamos totalmente todo de él. No me caía mal, pero si había algo en su presencia que me perturbaba en mí ser, me calaba la piel tenerlo cerca...como si aquellos ojos carmesí pudieran ver todo de mí y no tuviera escapatoria. Me revolvía el estómago.

- ¿Qué vamos hacer con él?- La voz suave y afeminada de mi madre pareció leer mi mente. Ella era el tipo de mujer que podías confundir con una señorita por la calle, era fémina, delicada pero por lo mucho sabía su posición social.

-No podemos tenerlo aquí, no sabemos sus mañas ni que intenciones tenga.- Contrarrestó mi padre, imponente y siendo un líder, como siempre.

-¿Y sí se lo enviamos a Annie?, la iglesia podría darle un albergue y nosotros no nos expondríamos tanto.

-Mira mujer- Mi padre azotó su mano en la mesa para silenciarla.- Se ve que precisamente no es un niño, no lo van a recibir ahí por el simple hecho de ser mayor de edad.

- No nos queda de otra que mantenerlo aquí.- ahora fui yo quien interrumpí, ambas miradas se posaron en mi.- Lo hayamos en nuestros terrenos, ya es una obligación tenerlo aquí.

Mi padre se agarró el cabello con aires cansados, sabiendo que yo tenía razón.

Narra Esteban.

Una semana.

Una semana había pasado ya y el desconocido a quien le llamábamos "Al" seguía en nuestra casa. Yo me había quedado el mayor tiempo con él, a pesar de que su presencia era muy pesada igualmente me daba un abrigo de confort, como los brazos de una madre, como si con él se pudiera destruir todo a mí alrededor; pero yo estaría bien con él. Así de agradable me sentía al estar con él.
A veces deambulaba por la casa, pero no hacía más que mirar por las ventas fijamente por largos ratos, luego regresa a recostarse. A veces me mira y me sentía desvanecer. A veces parecía otra persona; pero no era algo que me perturbara por más extraño que fuera su comportamiento.

-¡Jóvenes!-gritó mi director en un intento desesperado de que pusiéramos atención. Pero nadie pareció importarle hasta que azoto una libreta tres veces contra una banca, se alivió al escuchar no más que silencio al inminente susto que nos había causado.- Como saben ya, no teníamos un profesor de historia que pudiera dar dicha clase.- y era cierto, puesto que nuestro anterior profesor (un viejo canoso, que apenas y podía caminar) había sido despedido al acosar a jovencitas y por consecuencia llevábamos medio año sin dicha clase.-¡Pero, al fin lo tenemos!

Dicho eso, empezó a aplaudir con alegría en su rostro eufórico mientras que nosotros apenas y chocábamos palmas. Un hombre alto y delgado entró al aula a pasos alargados y firmes, era un rubio de nariz fina y ojos ámbar como la misma miel, hombros anchos y piernas proporcionadas. Incluso me sorprendía que fuera profesor, no se veía nada viejo.

- Buenos días- habló con un tono grave en la voz, las chicas del rincón suspiraron tal vez mojando sus bragas.- Soy su nuevo maestro de historia, mi nombre es Harry, Harry Brown.

Dicho eso comenzó a hablar de su evaluación, cuando iba valer los exámenes y reglas, no hubiera sido tan incómodo y perturbador si no me hubiera estado viendo en cada palabra que decía, inclusive cuando pasaba por los pasillos a ver cualquier cosa, inhalaba fuerte justo cuando hacía su recorrido a mi lado.

Pareció pasar la eternidad, hasta que el timbre sonó, todo pareció ir demasiado rápido a mí alrededor porque cuando menos me di cuenta, yo era el único en el salón.

- Disculpe mi incumbencia- La voz de Harry me hizo dar un salto quedando frente a frente con él- ¿Es cierto que encontraron a un hombre en la propiedad de su familia?

-Sí...-Las palmas de mis manos comenzaron a sudar sin razón aparente, no había sentido un miedo tan ensordecedor desde que casi me pierdo cuando niño. Las piernas me amenazaban con fallar y hacía lo posible para no jadear...ni si quiera sabía por qué.

- Y de casualidad... ¿Su nombre no es Azthart?- sonrió haciendo que una curva se formara a cada lado de su sonrisa, su mirada había cambiado completamente. ¿O era mi imaginación?

-No.- Me sentí aturdido por dicha pregunta.

Dio un jalón a su camisa y pasó junto a mí sin más que decir. Juré sentir un alivio en el pecho cuando salió del aula.

Corrí a todo lo que daban mis piernas esa tarde.

Al llegar a casa, Al fue quien me recibió platicándome y narrándome los libros que había leído en mi ausencia. Hablaba desde diccionarios en diferentes idiomas hasta cuentos de terror del oriente. La verdad no le había prestado mucha atención cuando me empezó a platicar de un diccionario de demonología, la pregunta de Harry me brincaba a la cabeza a cada segundo.

-Al.- Mi boca habló sola interrumpiéndolo.

-Dime- Al contrario de molestarse por haber interrumpido su hablar, me sonrió prestándome toda la atención con su mirada.

- ¿Ya recordaste tu nombre?- trague en seco, mi estómago se había ahuecado y mi espalda sudaba frío, de nuevo la imagen de Harry me saltó a la cabeza y con el ese estruendoso nombre. Azthart.

-No, quisiera recordarlo ya.- rascó su nuca incómodo.

- De casualidad, ¿te suena el nombre Azhart?- Traté que no se notara el nerviosismo en mi voz, él me miro unos segundos atónito, sus hombros se contrajeron para atrás y abrió la boca unos segundo, una gota de sangre cayó por su nariz hasta llegar a su barbilla.

-Santo cielo...- me paré algo apresurado para ir por toallas, pero a mitad de camino se escuchó el sonido sordo de un peso contra el suelo. El aire se me fue de los pulmones a ver desde lo lejos el cuerpo desvanecido de Al en el suelo.

-No, no, no. Oye no me espantes...-lo removí desesperado empezando entrar en pánico.- ¡Al!

-Albert.- susurró apenas, ni si quiera sé cómo lo escuche.

- ¿¡Qué?!

- Mi nombre es Albert.

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Me enamoré de un demonio. (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora