Capítulo 2: Lo que deja la tormenta.

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" Oh, penosa sombra atada a la oscuridad, desapareciendo a la gente, y haciéndoles daño... un alma ahogada en el karma pecaminoso. ¿Quieres probar la muerte?"

Nos encontrábamos conduciendo hacia la reserva del bosque. Hugo tenía ambas manos en el  volante con la mirada fija al frente, le ponía en extremo nervioso ver como pasaban ambulancias a cada cinco minutos yendo a alguna emergencia (que probablemente era automovilística). 

Momentos atrás, teníamos una hermoso ambiente de paz y armonía en la casa, ambos estábamos bien acogidos en la sala de estar cuando mi madre llamó por teléfono gritando  enojada sin razón aparente. Hugo se tuvo que despegar del teléfono por los estruendosos y chillones gritos de mi madre.

Había dicho algo parecido a: "¡Yo no sé porque están de flojonazos en la casa, tenemos una emergencia familiar y ustedes no mueven ni un solo dedo. Son unos malcriados bla, bla, bla". Y más reclamos que ni se entendía.

-¿Habrá sido tan grave?- me preguntó Hugo sin despegar la mirada de la carretera.

-Ojalá que no, entre menos grave sea, menos es el coraje de mamá.

-Nos dijo "malcriados" y ella fue quien nos crió, ¿quién la entiende?

Reí viendo como llegábamos a  las rejas negras que daban entrada al bosque, eran enormes y con un pico afilado en la punta, a sus lados la recorrían una enorme barda de tabiques para evitar el paso. Mis padres lo habían convertido en una reserva para la Familia Valentines ya que (según nos habían contado) aquí mi padre le había pedido matrimonio a mi madre. Esa era la simple razón. Las rejas se abrieron en un chillido molesto y el auto avanzó despacio hacía adelante, no había ningún daño visible por el momento y eso a ambos nos aliviaba de manera extraordinaria. 

Los reportes corrían para todos lados y filmaban  en diversos puntos de la cabaña que teníamos en el lugar, en cuanto bajamos del auto se nos arremolinaron preguntándonos principalmente cuánto dinero habíamos perdido. Mi padre a lo lejos contestaba preguntas siendo lo más paciente que podía y mi madre estaba en un rincón marcando por teléfono

Mi padre era un hombre  con  un porte siempre elegante como un digno empresario, su cabello era de un negro profundo (que a su edad, ya lo adornaba las canas), de ojos rasgados color zafiro, era un alto y a su alrededor siempre imponía. Él era Davide Valentines.

Por su lado, mi madre era una señora igual grande de edad, de cabello castaño y Génesis de Alejandría en ambos ojos, a pesar de su vejez era esbelta y siempre estaba bien vestida. Ella era mi madre, Cris Valentines. 

-¿¡Dónde estaban?!- estalló mi madre en cuanto nos vio.- ¡Tenemos que dar reportes, llenar formularios enteros, papeleo, hablar con la gerencia, con los policías, dejamos el negocio a mitad de todo, ¿y dónde estaban ustedes?!

-Mamá...nosotros no sabíamos...- empezó a balbucear Hugo rogando que parece, todos nos veían.

-¡¿QUÉ ESTABAN HACIENDO?!- gritó alzando los brazos al aire como queriendo invocar un rayo que nos matará.

Rodé los ojos y a la más cercana oportunidad que tuve de huir me fui.  Caminé por un buen rato sin rumbo con la esperanza de ver algo "fuera de lo común"sólo estaba logrando cansarme. El bosque estaba igual de frío y desolado que siempre, igual de oscuro y callado. 

Pronto mi mano tocó algo  pegajoso al rozar un árbol, al mirarla estaba teñida de carmesí y me asusté pensando que era mi propio fluido...Pero no era mio.

Caminé siguiendo el goteó que había dejado, pronto me fui adentrando más y a mi paso fui encontrando arboles arrancados de raíz, troncos partidos a la mitad e inclusive quemados. Igualmente había marcas en el suelo de pisadas... algunas eran suaves y apenas visibles: como una huella humana, pero las otras eran profundas y el lugar donde se encontraban era teñido por un azabache penetrante. 

El goteó me llevó a una cueva, en la que su entrada se veía un arañazo junto con un salpicadero de sangre.


Narrador desconocido.

Jamás me sentí tan abrumado por no poder ver nada, la oscuridad me invadía completamente. Tenía tanto miedo y sentía el frío en cada poro de mi piel.

Pero...

¿Qué es el miedo?
¿Qué sucede?
¿Dónde estoy?
¿Qué me paso?

¿Quién soy?

Intentaba respirar, pero cada respiro me resultaba tan doloroso que pulsaba lo más profundo de mi pecho. Tenía tantas preguntas sin respuesta. Los parpados me arden, podría haber jurado que tal vez me habían sacado los ojos, pero ¿por qué?

Cada vez caía más afondo, cada vez sentía como el cuerpo se me aliviaba. Aunque quisiera luchar, era menos doloroso dejarse llevar...

Ni si quiera sé si fue en el mismo instante en que me sentí aliviado, o si paso tiempo después. Pero las fuerzas regresaron a mi y me encontraba con los ojos bien abiertos. 

Una habitación de color crema me rodeaba, se veía borroso pero no me costo reconocer que delate de mi había un sujeto mirándome atentamente. La cama era monumental y de sabanas violetas,  había dos mesas de noche a cada extremo y un enorme closet del lado derecho; y del lado izquierdo un ventanal con las cortinas de color gris pálido.

-Hola.- habló el sujeto.- Soy Esteban, Esteban Valentines.


Me enamoré de un demonio. (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora