La mayoría de las veces, el proceso para descubrir tu sexualidad "diferente" a lo que la sociedad considera "normal" puede ser lioso, sobre todo cuando te enamoras de la persona más errónea en la faz de la tierra. Y no me refiero al sexo, eso es sol...
Las detectives y el prospecto a eso, Lexa, se habían reunido en el gimnasio donde la chica trabajaba para practicar algo de boxeo y sin incomodar el horario laboral de Lex. Últimamente solían verse ahí más que nada, y tanto Niylah como Lexa sabían perfectamente por qué.
Octavia había pasado de ir al gimnasio privado para la policía y optó por inscribirse en el que Lexa trabajaba... y también otra atractiva entrenadora.
Terminaban de entrenar cuando Raven pasó cerca de ellas, dirigiéndoles una educada sonrisa antes de ir con su cliente gordiflón. La morena tenía un arduo trabajo con ese, se notaba a leguas que apenas saliera de ahí, iría directo a McDonald's.
- Mira, mira. Se le cae la baba –Lexa codeó a Niylah para que viera a Octavia.
La mujer estaba sentada en el suelo, descansando la espalda de los casilleros mientras Niylah terminaba de atarse los cordones de sus deportivas.
- Ni siquiera puede disimular la sonrisa. Se le va quebrar la cara si la retiene un poco más –Niylah apoyó y de inmediato Octavia se echó a reír con un tantito de vergüenza.
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Raven la traía tonta y todos se daban cuentas, hasta la misma entrenadora que le seguía el juego intercambiándoles sonrisillas y uno que otro guiño.
Lexa no se había imaginado jamás a esas dos, pero tenían el carácter bastante parecido así que no dudaba que fueran una explosión apenas se juntaran. No habían llegado más allá de las sonrisas y miradas, limitándose a esto y a algunos "buenos días", "hola" y "adiós". Ni siquiera sabía que a Raven le gustaran también las chicas, una duda que resolvió preguntándole directamente el mes pasado.
Aunque las mayores no habían tenido un gran encuentro, Lexa percibía esa tensión. Había que admitirlo, ambas estaban tremendamente buenas y se tenía que ser un idiota para no darse cuenta de ello.
La chica vio a lo lejos a Raven, dándole una buena patada al saco de boxeo para enseñarle al gordito como se hacía.
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Se preguntaba cuándo alguna se animaría a invitar a salir a la otra. Creía en el destino, por supuesto, pero una ayudadita se le podría dar y ni Raven ni Octavia colaboraban.