El hombre es la quimera incompetente
que pretende medir con una mano
cualquier ente contable ya lejano,
innúmero, sutil o inconsistente.
Con la otra mano quiere, el imprudente,
subsistir más allá de lo mundano
y tocar con sus dioses el arcano
que guarda el universo en aguardiente.
Siempre habrá incertidumbres en la ciencia
y jamás suficiente inteligencia
para desestimar calientes paños,
mas no hallarás la máquina que pueda
apearte del giro de la rueda
en que un simio subió allende los años.