No comprendo la bruma del desdén
cuando aflora el rigor de cada invierno,
que el sendero que brota del infierno
se dispersa al llover sobre el Edén.
Es cierto que el vivir y su vaivén
consiguen asestarnos desgobierno,
mas sé que cada tiempo no es eterno
y siempre llega un tren a cada andén.
Disiente de invertirte a plazo fijo,
que el barquero Caronte es un canijo
aguardando al virar de las esquinas:
no olvides alegrarte en el contento,
tratando no morir de aburrimiento
y llorando al clavarte las espinas.