Es Helena la diva que ha ignorado
las parcas hermosuras de este muerto
que acertó a ser idiota con acierto
y durmió con el tacto anquilosado.
No es Helena un afecto descarado,
más se acerca a la arena del desierto
que soy en la mitad del desconcierto
que batalla ante Troya malogrado.
Mi querencia murió, tan oportuna
que logré rellenarme con la luna
y saberme sensato en mi renuncia.
Tersites soy, mi rey, y mis abriles
no habrán de resultar ya más febriles
que el verdear con que marzo los anuncia.