No lograrán mis pies más que torcerme
en el dédalo vago y ni aturdirme
las voces que quisieron maldecirme,
los ecos que pretenden demolerme.
Alcanzarán mis garras mantenerme
en el otero que tomé de firme,
renacido del barro que aterirme
quería de la sima y someterme.
Que el cielo silencioso me conforme
plumajes que consigan desbandarme
del hálito del buitre más enorme
que ansíe dar mis huesos al desarme,
que todas mis certezas me transforme
y que venga mis sueños a robarme.