Invisible

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Era una mañana como otra cualquiera. El joven Matthew Williams no deseaba levantarse de la cama, ya que sabía como sería el día: nadie le vería, y si lo hacían lo confundirían con su hermano o no lo reconocerían, Cuba le pegaría una paliza o algo así, y al final no podría hacer ningún amigo. Era agotador ser invisible.

Pero al final se levantó, se vistió y fue a la conferencia mundial. Tras debatir durante horas una solución para el calentamiento global, que nadie notase su presencia y que no encontrasen una solución, decidieron hacer un descanso, y Matthew se fue a tomar un café.

Vio como el resto de las Fuerzas Aliadas se sentaba en una mesa cercana, y suspiró cuando comprendió que sus esperanzas de que siquiera lo mirasen no tenían ningún fundamente. Por eso, su sorpresa fue mayúscula al ver que uno de ellos, Francis Bonnefoy, le saludaba con una sonrisa sincera.

Matthew se sonrojo un poco y apartó la mirada. Kumajiro lo miró antes de preguntar:

-¿Quién eres?

-Soy Canadá– respondió Matthew con una sonrisa cansada.

-Hola, Matthew– saludó Francis sentándose frente al joven.

Matthew se sorprendió mucho al oír la suave voz de Francis. Entonces lo pudo observar mejor. Ese país con fama de pervertido era realmente atractivo. El pelo rubio le caía suavemente formando suaves ondulaciones, sus ojos azules brillaban con la luz del sol que entraba por la ventana de la cafetería, esos labios carnosos     que... ¡¡¿¿Pero en que demonios estaba pensando??!! Los dos eran hombres, no podían...

- Oye... ¿Estás bien? -le preguntó Francis moviéndolo suavemente. 

-¿Eh? Si, si. Estoy bien -respondió con un ligero sonrojo apurando el café rápidamente. 

Salió corriendo de la cafetería y se paró en una esquina. 

<<¿En qué demonios estoy pensando? La soledad debe de estar volviéndome loco!>>

Matthew respiró profundamente un par de veces antes de volver, algo más calmado, a la sala de conferencias. Como siempre, Arthur y Francis terminaron por discutir mientras Alfred intentaba centrar la atención de todos en él, Feliciano hablaba animadamente sobre pasta con Ludwing y Matthew volvía a ser ignorado. 

Al final volvieron a sus respectivas casas sin haber solucionado absolutamente nada.

¡Por fín Matthew podía disfrutar de un día tranquilo, sin reuniones! Estaba sentado en el comedor, bebiendo café y leyendo el periódico. Sí, así eran los días que le gustaban. Entonces, alguien llamó al timbre. Fue a abrir pensando en como echar amablemente al vendedor, pero al abrir la puerta se encontró a nadie más y nadie menos (?) que... ¡¡a su hermano Alfred!!

-¡¡El héroe a llegado!! -gritó éste enérgicamnete. 

-Hola Alfred -saludó Matthew con una sonrisa animada -¿Qué haces aquí?

Alfred lo miró, medio sorprendido, luego sonrió y le enseñó una pelota de fútbol. 

-¿Hace? América, Canadá y China contra Russia, Francia e Inglaterra. 

-Bu-bueno... Está bien. 

Fueron al campo de fútbol, donde ya estaban los otros y eligieron a los porteros: Candá y Russia. Así, cada uno en su portería el partido empezó. Arthur le robó la pelota a Yao y avanzó a la portería enemiga rápidamente, empujando a Alfred. Una vez frente a Matthew, Francis apareció y le quitó la pelota con elegancia.

-¡¡¿Qué haces, idiota?!! -le gritó Arthur con los ojos blancos.

-¿No lo ves? Quitarte la pelota para marcal gol.

One-shots  HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora