Se supone que nosotros somos rivales, que siempre hemos peleado por el mismo estúpido corazón, pero ¿Que hacía yo realizando caricias en tu cuerpo? ¿Besando tus labios como si fuera un manjar? o pronunciando tu nombre entre gemidos…
Maldigo el día en que comenzaste a mandar aquellas hermosas flores con una pequeña y delicada tarjeta con aquellos garabatos que les dices letras.
Maldigo el día en que entre coquetería sacaste a relucir tus dientes tan blancos como la nieve y tus ojos brillaron de manera inesperada para mi.
Maldigo el día en que un poema escrito a máquina llegó a mi casa con tu dirección como remitente, pero no salía tu nombre… como si quisieras que siguiera siendo un dulce secreto.
No obstante, debo decir que le día que más maldigo en mi existencia es el día que una simple tarjeta venía anexado con al parecer un restaurant, atrás simplemente la hora y formal.
Tus ojos detrás de aquellos anteojos nublaron mi juicio, ya que estabas con aquél traje que hacía ver más adulto, más hombre… más guapo, tanto que incluso recuerdo haber perdido el habla.
Tus modales , no típicos, tu amabilidad, tus ojos brillantes… hicieron que me enamorara locamente de tí, aunque no fue simplemente eso.
– ¿Te gusta la comida italiana? – Preguntaste mientras mi cara no podía enrojecer, nuestra cercanía era mucha y podía sentir aquél aroma varonil que tanto me encantaba.
– Si, ni un problema – Respondi de manera simple, no estaba acostumbrado a ser tratado como una princesa… era muy extraño para mi.
– Que bueno que pudieras venir… estaba algo nervioso – Dijiste rompiendo aquella esfera que me cubría de pensamientos irrelevantes.
– ¿Onni-san te pone nervioso? – Pregunté sintiendo como mi nerviosismo crecía, pero obedecía a mis pensamientos.
– Bastante Francia – Dijiste mientras arreglabas tus lentes.
– Estas muy serio – Respondí, para no notar la incomodidad de tu sencilla respuesta, me encantaba que fueras tan claro.
– Es que no se que hablar, estoy acostumbrado a hacer este tipo de cosas con Arthur, no… contigo – Intentó decir el americano mientras revolvía la servilleta de un lado a otro.
– No te preocupes mon cher – Mi traviesa mano toco tu muslo y a pesar que al principio mostraste sorpresa, no pude evitar sentir mi pecho inflado al momento en que sonreíste, como si de un actor fueras.
No me di ni cuenta cuando tus labios aprisionaron los mios tocandolos con urgencia y demencia, estabamos en un restaurant… pero me importaba un comino, lo importante era sentirte ahí.
– Mejor nos vamos – Susurre en medio del beso y no hiciste nada más que tomar mi mano y caminar hacia el exterior del dichoso lugar.
Tus labios, tus toques, tus indecencias, tu sinvergüenza, tu risa contagiosa y fuerte.. estruendosa me mataba… todo en ti me dejaba sin habla…
Tú sabías que había comenzado a sentir aquello, desde la vez que habíamos tocado nuestros cuerpos furtivamente por culpa del alcohol y tan solo esperaste que recibiera aquellas flores, aquellos chocolates y terminaras enamorar mi loco corazón…
… para obtener un sí.
