Me parece un año desde que te vi la semana pasada al ver como tu cuerpo contrastaba en medio de aquella conferencia mundial donde nosotros normalmente terminabamos saliendo por un par de tragos o disfrutabamos del país que servía de anfitrión. La primera noche, fue sutil…
– Hey Iván, ¿Vienes? – Me preguntó el turco mientras no podía evitar pensar que si ibas tú, yo no tendría ni una oposición en participar.
– No lo sé – Dije mientras miraba tus marrones ojos suplicando por una respuesta tuya, era tan evidente…. pero me gustaba el hecho de saber que tu sabías y que a pesar que todos también, lo dejaban como nuestro secreto.
– Anda aru – Dijiste suplicando y tirando mi brazo izquierdo para que apoyaras tu pequeña cabeza.
– Esta bien, pero tenemos que apurarnos, no es cosa que Natasha nos encuentre – Dije sonriendo y no pudiendo evitar acercar tu cuerpo más al mio.
Esa noche entre tragos y tragos, no pudimos evitar el calor creciente de las playas caribeñas que poseía Seychelles. Pude notar como la arena rosada contrastaba con tus dedos blancos, como tu cabello negro azabache me volvía completamente loco al sentir aquél aroma entre jazmín y ginzeng. Me volvías loco.
– Iván – Gemiste en medio de los dulces y castos besos que nos dimos esa noche y al parecer aquél secreto, siguió tan escondido, pero aún más encendido y pasional. – Iván – Pronunciaste por primera vez cuando ya tenía un poco más de valor que antes, pude expresar mis sentimientos. – Iván – Fue lo primero que me dijiste luego que te precipitaras a probar mis labios.
La segunda vez, la timidez no bloqueo mi mente y apenas te vi pude saber que te necesitaba. No obstante, aquí no fue el alcohol el que encendió mi corazón, sino que el hecho que el Argentino nos explicara como bailar tango, y pude sentir como tu cuerpo temblaba por aquél recorrido de deseo.
– Un, dos, tres – explicaba el argentino al chileno y el ruso no pudo evitar seguir las mismas instrucciones mentalmente. Para el momento en que la música comenzó a sonar aprisiono al chino y sintió como el chino temblaba.
– Te quiero – Susurró el ruso mientras veía como el chino se sonrojaba violentamente.
No obstante aquella velada, terminó simplemente en un beso de despedida en aquella cálida habitación de hotel que los hospedaba en la conferencia mundial.
La tercera vez, pude cumplir todos mis deseos y los tuyos también en aquella dulce habitación.
Tu piel como porcelana, tus ojos color chocolate y aquél cabello negro azabache me volvieron totalmente loco. Mis dedos rozaron tu cuerpo, pude recorrer con placer aquél suave y nivea piel mientras escuchaba tus gemidos constantmente. Toqué tu entrada, la moje, te volvi a besar intensamente. Creo que estabamos tan excitados en ese momento que ni pensé en el momento que comenzaron aquellas embestidas.
Gracias a las embestidas pude escuchar como tu en medio del dolor y el placer gemías mi nombre, deliciosamente pronunciabas mi nombre.
Y aquí estoy una semana después de haber llegado al cielo, con la mirada nerviosa… te extrañaba montones, estaba mucho tiempo sin verte y lentamente toqué el timbre de aquella enorme mansion.
– ¿Quién es aru? – Escuché tu voz infantil por medio del alto parlante.
– Soy yo Yao – Dije sonriendo a la pequeña camara que estaba en el timbre.
– Iván! – Gritaste con emoción y luego de un momento escuchaba mucho rudio, estaba embelesado pensando en tí hasta que me di cuenta que habías abierto la puerta y te encontrabas como siempre.
Con tu cabello azabache, tus ojos color chocolate y aquellas dulces mejillas arreboladas.
– Llevo mucho tiempo sin verte – Dije mientras sacaba un ramo que traía escondido. Era un hermoso y gran ramo de girasoles. – No creo que pueda aguantar más tiempo sin verte – Pronuncié mientras tomaba prisioneros tus labios mientras sentía tu respuesta.