Dulces recuerdos

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Era verdad que era el soltero más codiciado del mundo, el único héroe que hacía que todas las chicas fueran por él. El hombre más rico del mundo y pues claro el más poderoso, pero al parecer eso no era suficiente para él. La única persona que realmente amaba, se escapaba entre pescados y misterio. ¿Por qué el no podía entender que simplemente lo amaba con locura?

– Por qué no te ama – Dijo la jovencita en su lecho, era verdad que no amaba al estadounidence, pero al fin y al cabo él tampoco la amaba.

– No sé, mejor me voy a duchar – Alfred se levantó y se dirigió a la ducha, en la mañana comenzaría la Cumbre de Seguridad Nuclear y aunque no vendrían los jefes de gobierno a la cumbre, la mayoría de los países aprovechaba de volver a ver a los otros países.

– No te demores mucho… recuerda que dijiste que me ayudarías con lo de Iván – La rusa salió de la cama completamente desnuda y comenzó a caminar hacia el norteamericano de manera sensual, no podía evitar que el americano se parecía en demasía a su querido hermano, exceptuando claro esa estruendosa sonrisa.

– Mejor… aprovechemos el agua – Dijo el norteamericano mordiendo el cuello de la rusa y cerrando fuertemente la puerta del baño.

Por otro lado, el presidente de los estados unidos de américa ordenaba los últimos detalles para que comenzara la cumbre.

– Mira Doitsu… ya estamos llegando – Decía el italiano hacia su “amigo”. No iban con sus jefes de estado, si no que con el encargado de los estados europeos y varios iban en ese avión.

– Oh… mon cherí ¿Por qué traes esa cara? – El frances se dirigía al inglés que leía afanosamente un libro de bolsillo entusiasmadamente.

A pesar de que este esperaba una respuesta, esta no ocurrió, dejando un poco enojado al francés.

– Francia… ¿Qué ocurre? – La jovencita de coletas miraba como el inglés seguía leyendo, no escuchando al frances que buscaba su atención.

– ¿Qué le pasa a Angleterre? – Preguntó el rubio mientras se arreglaba el cabello y el inglés desviaba la mirada del francés e intentaba dirigirla a la ventana del avión que había despegado hace un rato.

– No lo sé Francia, está un poco de mal humor – Sonrío ella mientras tomaba su bolso y comenzaba a ordenar sus cosas. Al parecer ya se podía sacar los cinturones de seguridad.

– Cherí… no es bueno que te amargues tanto,  el americano estará aquí como siempre para recibirte – El Francés le dió un palmo en la espalda al inglés que lo recibió con una mirada asesina.

El encargado de la comunidad europea lideraba a los países mientras ellos salían de a uno, respetando las reglas de seguridad y protocolo que debían ese tipo de conferencias.

El inglés se veía un poco inquieto o por lo menos eso le había comentado el francés a la africana mientras todos bajaban.  Por su parte la familia de lo que años atrás había sido la U.R.S.S. miraba con horror la cara de tranquilidad del Ruso mientras recordaba lo que su “pequeña” hermanita le había dicho la semana anterior.

“Vacaciones en America”

¿Con quién? – Había preguntado el Ruso suponiendo que por fin el castaño de cabello corto por fin se había dignado a decir sus sentimientos.

– Con Alfred claro está – Dijo ella sonriendo mientras cerraba la maleta y dejaba a más de un báltico con heridas profundas.

No obstante era el inglés el que más interesado por ver al americano, le había dicho hace dos años que lo suyo no podía ser. Pero no había sido hasta que lo había visto con la rusa que se había dado cuenta que lo necesitaba como el agua a la lluvia.

– Bienvenidos a los Estados Unidos de America – Saludó efusivamente el americano mientras saludaba a los países europeos que venían en aquél avión. Alfred no había desquitado su mirada de Arthur y eso perturbaba al inglés… ¿Acaso todavía sentía lo mismo?

Una sonrisa cordial, estrecharon las manos respetuosamente y luego Alfred no pudo evitar romper aquél protocolo para abrazar fuertemente a quién años atrás lo había críado y luego había sido su primer y mejor amante.

– Te extraño – Susurro el estadounidense cuando había roto el abrazo y luego se dirigió al francés que estaba en la consecución de países a quién debía saludar por norma.

Te extraño“… repetía la mente del inglés y no podía evitar pensar.

Recordaba la primera vez que el de lentes lo había besado. Había sido lenta, romantica y dulcemente, el menor no había besar y era él quién le había enseñado.

Recordaba la primera vez que los dos se habían enfrascado en una pelea de pareja, era estúpida, pero sus egos eran muy poderosos como para permitir que el otro ganára.

Recordaba la primera vez que tocaron sus pieles desnudas y se habían lamido lascivamente, no obstante en ese momento no pudo evitar como brillaba la mano izquierda de la rusa.

La rusa traía un anillo, de diamantes y no en un dedo cualquiera, en el de compromiso.

Y ahí fue cuando el francés abrazó al inglés de manera confiada cuando logró entender que a pesar de lo que pensaba el estadounidense, su amor por el infantil americano, no era más que dulces recuerdos.

Eran aquellos dulces recuerdos que tendría siempre con aquél desbaratado país.

One-shots  HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora