Cold

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Un sueño que quería salir de la obscuridad o ¿era un recuerdo, quizá? Ya no importaba. Eso se había convertido en una nimiedad, lo que sea que fuera, se esfumó en el preciso instante en que el hermano menor salió a trabajar, azotando la puerta con tal fuerza, que la casa entera se cimbró. Lo más probable es que fuera su modo de decir “¡ya es de día, a despertar!”,  qué buen método, porque había funcionado.

Así que ahora había un joven bastante molesto sobre su cama, aunque con el sopor aún no podía definir si era por haber sido despertado abruptamente u oportunamente ante un sueño indeseado, al menos esa fue la reacción que le habían causado esas palabras. De todos modos, el mal ya estaba hecho así que abriendo sus ojos hizo una rápida inspección de su recámara y notó que la luz ya entraba por su ventana; en efecto, era hora de levantarse, pero esas palabras seguían rondando su cabeza como una resaca del sueño y le impedían ponerse de pie.

Así que la mejor solución que encontró fue intentar volver a dormir, quizá con ello vendría un  sueño más placentero, como el de las chicas hermosas adorándolo mientras él era coronado como el rey más guapo del mundo, una de sus ensoñaciones más populares y repetitivas. Al momento de cubrirse nuevamente con el edredón, comenzó a escuchar un extraño golpeteo, como si tocaran a la puerta pero no tan ruidoso, ¿acaso West volvió, sólo para asegurarse de que su maldad había surtido efecto? Se incorporó y prestó atención, el sonido tenía lapsos: dos golpecitos- silencio- dos golpecitos. Esta vez estaba intrigado, se levantó de su cama, corrió a la puerta y la abrió esperando sorprender a alguien, pero nada. Luego de un rato más, descubrió que el ruidito provenía de la ventana, al acercarse a esta pudo ver las plumas amarillas que se movían de un lado a otro.

-¡Gilbird!  ¡Amigo! Vamos muchacho, entra – dijo el joven con alegría mientras abría la ventana – creía que alguien trataba de jugarme una broma.

De este modo el pajarillo pudo entrar y posarse en la cabeza de su amo, inmediatamente comenzó a jalarle los cabellos, indicio de que tenía hambre.

-Claro, claro, bajemos a comer algo, pero primero – y mientras decía esto, tomaba a su amigo con ambas manos y lo colocaba con suavidad sobre su escritorio – debo cambiarme, ¿de acuerdo?

Una vez dicho esto dio media vuelta y se dispuso a escoger la ropa a ponerse. A entrar al baño repetidas veces, primero por el peine, luego por la loción, más tarde por gel, y luego por cosas que ni siquiera ocuparía en ese momento. Cada vez que abría el closet aventaba prendas y zapatos por doquier, quería que todo combinara o al menos que fuera cómodo (después de todo, había dejado de vestir con formalidad hacía mucho) y cada vez que caminaba de un lado a otro hacía la obligada pausa frente al espejo, y cada vez pensaba algo diferente de sí mismo: “Oh, soy tan guapo”, “¿Por qué seré tan sexy?”, “El encanto es tan natural en mi”, “¡Rayos! Me veo tan joven”. Pudo haber seguido así un par de horas más, pero sucedió que a él también le dio hambre.
Al final se había puesto unos jeans y una playera ligera de manga larga junto con un par de tenis, todos combinados, claro. Pero por fin estaba listo para bajar.

-Hasta la gente increíble, necesita nutrirse. Vamos Gilbird, ¡a desayunar! – caminó hacia la puerta mientras se iba abotonando el pantalón, por su parte el ave remontaba el vuelo y se posaba de nueva cuenta en su cabeza, de este modo bajaron con rumbo a la cocina.

¡Pobre Alemania! A veces, su hermano mayor lo torturaba dejando latas de cerveza por doquier, platos sucios o intentos fallidos de platillos en su estufa, toda una guerra casera. Por ello, el rubio prefería dejar todo hecho: desayuno, comida y cena, además de colocar bolsas en cada rincón para toda la basura que “mágicamente” se pudiera generar durante su ausencia, y así al menos podría vivir un poco más tranquilo sabiendo que al llegar a su casa la  encontraría relativamente decente. Debido a esa exagerada precaución, el chico de cabellos platinados no tenía mucho quehacer hogareño, porque siempre encontraba todo en perfecto orden y sumamente limpio y a menos que de verdad quisiera molestarlo, lo dejaba todo de ese modo.

One-shots  HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora