Una sonrisa puede cambiar todo en el mundo, pero creo que es la tuya la que puede hacer girar mi mundo completamente. O son esas caricias que te hago cuando estás por dormir y puedo sentir la suavidad innata de tu cabello que a pesar de ser un desastre, me encanta.
– ¿Te parece si comemos en algún local? – Dije mirando por el rabillo aquella cafetería que tanto te gustaba en Paris.
– Bueno – Respondiste escuetamente, aún no te acostumbrabas a que fueras mio, solamente mio todos los días no importando que pasara.
Scones y una taza de té… aún no puedo entender tus gustos tan poco refinados y aún más teniendo la oportunidad de poder comer cualquier delicia francesa y seguías prefiriendo aquellos panes dulces con incipiente sabor.
– ¿Qué estás comiendo? – Preguntaste rompiendo aquél silencio que solía apreciar deleitando mi vista contigo.
– Café con un croissant – Respondí tomando un sorbo de aquél cortado, un poco amargo… con la textura de la leche espumosa y la mezcla caliente que baja por mi garganta. Eso es más que placer, pensé.
– Yo no puedo creer que exista una cafetería así aquí… y aún más sentir el sabor del scone tan parecido al real – Dijiste embobado mientras te quedabas mirando atentamente mis labios y al momento en que yo corría mi mirada.
– Lo sé… es la magia de París – Dije eso mientras te sonreía lascivamente y me golpeabas por debajo de la mesa de manera discreta.
– Tsk… idiota – Respondiste mientras tus mejillas sonrojadas y sus ojos verdes como esmeralda miraban atentamente el té que tanto ansiabas.
La noche calló y terminamos la caminata de la tarde en medio de las luces que alumbraban París, tal cual como la ciudad del amor se trataba.
– ¿Qué piensas Arthur?… estás algo callado – Sonrío el francés al sentir la calidez del inglés en aquel dulce contacto entre manos.
– Nada… tan solo, ¿Por qué nunca te pude odiar? – Dijo el inglés mientras se sonrojaba violentamente al sentir una delicada caricia en la cintura proveniente del francés.
– Es fácil… y es que ¿Nunca te lo había dicho? – Preguntó mientras acariciaba los cabellos del inglés.
– ¿Que cosa? –
– Esto no es un simple juego… nosotros nos amamos – Dijo este finalizando con un dulce beso entre los dos.
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