La luz entraba tenuemente por la ventana y el viento movía con delicadeza las cortinas de delgada tela, una figura se encontraba sentada en la cama, tenía la cabeza baja con las manos juntas y los dedos entrecruzados.
Porque tenía que decir eso… - el susurro de sus palabras se escuchó en aquella solitaria habitación, mientras su respiración se aceleraba y su corazón latía sin parar.
Del otro lado de la puerta un hombre alto, rubio de unos hermosos ojos azules, se encontraba parado con la mano en el picaporte, parecía indeciso a abrir aquella puerta, un suspiro escapo y al fin entro, el chico que se encontraba dentro se levantó de golpe mirando hacia la puerta.
Alema… Alemania – el peli plateado miro a su hermano entrar con aquella mirada fría y seria, con ese semblante rudo – vete… no puede entrar así sin permiso.
El rubio camino con rapidez hacia el sin siquiera dejarlo terminar su reclamó, lo acorralo contra la pared, tomo una de sus manos y la apoyo contra el frío muro, mientras que con la otra tomaba el rostro de su hermano mayor.
Lo repetiré una vez más – su voz sonó fuerte y autoritaria como siempre más había algo en su expresión que había cambiado – TE AMO
Ya basta… - unas lágrimas cayeron de sus ojos – no lo digas más tu… tú en verdad… que ahí de Italia, el…
Los cálidos labios de Alemania impidieron que salieran más palabras de la boca de Prusia, aquel beso estaba lleno de los sentimientos de ambos que ninguno hizo por detenerlo, pero después de un rato se alejaron con lentitud.
Yo te amo solo a ti, no hay nadie más, hoy… 14 de febrero, te entrego todo lo que soy… acéptame, amame, se solo mío – una sonrisa temblorosa pero llena de felicidad se dibujó en el peli plateado mientras sentía como Alemania soltaba su mano.
Te amo… - repitió con dulzura y alegría mientras colocaba sus brazos alrededor del cuello de su hermano y un cálido beso los envolvía de nuevo.