Qué son estos sentimientos que comienzan a crecer cada vez que te veo? ¿Por qué cada vez que estoy contigo pierdo la calma y la quietud?
¿Por qué?
– Japón – Pidió la atención, un moreno de ojos adormilados a través de la pantalla del computador.
– ¿Qué pasa Grecia-san? – Preguntó el Japonés mientras podía ver la cara de sueño que traía el Europeo.
– No me puedo acostumbrar a hablar así … ¿Por qué mejor te voy a ver? –
– Pero… los pasajes han subido, estamos tan cerca de navidad…- Alegó el japonés algo nervioso, no estaba acostumbrado a tanta atención.
– Yo te extraño Japón… – Alegó el griego haciendo un puchero y desviando la mirada del aparato.
– Esta bien… ¿Cuando? – Preguntó el japonés, con una semana de anticipación, podría reservar un buen hotel en Hokkaido o algo por el estilo para que pasaran juntos la navidad.
– Mañana, de hecho me puedo ir ahora mismo – Sonrío el griego, unas pequeñas “margaritas” se dibujaron en la cara del europeo.
– ¿Mañana? – Preguntó asombrado el japonés.
– Si, mejor voy a ver que empaco, nos vemos allá Japón – Sonrío el griego mientras apagaba el monitor del computador, así comenzaba a meter una que otra cosa al bolso.
…..
El japonés estaba que crispaba, entre los horarios de vuelos habían mucho hacia la comunidad europea y no sabía cual sería el del griego, eso lo dejaba más inquieto. Aunque el hecho que el europeo tan impulsivo hacía que el asiático no lo entendiera.
Pero te gusta
Una voz en su cabeza, lo volvía a distraer… mejor ponía atención al documento que tenía en sus manos, aunque no podía despegar la mirada desde su móvil.
En ese instante una jovencita hacía presencia en la oficina del japonés – Sr. Honda, el señor Karpusi lo busca – Dijo ella haciendo ingresar al griego al despacho.
– Japón – Saludó el griego al asiático mientras abrazaba fuertemente al asiático dejando rojo al Honda y avergonzando a la jovencita.
– Te demoraste muy poco- Sonrío el japones mientras veía la soledad de la oficina, no pudo evitar devolver el abrazo.
– Vine apenas pude – Una sonrisa traviesa apareció en la cara del griego mientras pasaba las yemas de sus dedos por sobre sus labios.
El japonés no entendía que era aquella extraña sensación que le recorría el cuerpo cuando estaba a escasa cercanía con el griego.
– Un momento – Intentó decir el japonés mientras empujaba al griego.
– ¿Qué pasa? – El griego podía ver claramente como el japonés esta completamente rojo, aunque sus ojos estaban decididos.
– ¿Qué tenemos? – Preguntó el japonés, la indesición y una mirada de inseguridad cubría los pequeños ojos del asiático.
– ¿Nosotros? – El griego, podía entender el nerviosismo del japonés y el porqué desviaba la mirada. El estaba tan enamorado como él.
– ¿Me quieres? –
– ¡ No me respondas con una pregunta Grecia-san ! –
– Tú debes responderme – Insistió el griego, no obstante en ese momento cuando el japonés iba a hablar, los dedos del griego taparon la boca del japonés. – Sabías que cada mañana me despierto pensando en tí…
… que todo el día pienso en qué estarás haciendo… o comiendo, te imagino junto a mi cuando voy a hablar con mi jefe o cuando alimento a mis gatos…
… Japón, tu eres mi sol, todo lo eres para mi porque
te quiero – Sonrío el griego mientras abrazaba al japonés. Ya no se podía arrepentir y mucho menos soltar aquél delicado cuerpo que tenía bajo suyo.
– Ai shiteru – Respondió el japonés mientras tomaba entre sus manos la barbilla del griego y lo besaba apasionadamente.
Tal vez se habían vuelto amigos por su afán por los gatos, pero aquél beso no era de un par de amantes normales, sino que transmitían su amor a través de aquella danza de labios.
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