Dos años. Dos años tardó el pequeño Jimin en ganarse el respeto de todo el mundo, el miedo o el terror. Cualquiera de esas tres, pero se lo había ganado a pulso. El adolescente de catorce años ya podía clamar que se había convertido en el mejor, pero eso no le interesaba.
Su tierna apariencia siempre era objeto de burla y despiste de sus rivales y eso no podía desaprovecharlo. Él simplemente los ignoraba y se concentraba en acabar con el combate, cobrar y regresar a casa para dormir al menos una o dos horas antes de ir a clase:
- Vaya, chico, has vuelto a ganar. No hay quien te pare.
- Eso es lo que querías, ¿no?
- Sí –sonrió orgulloso.
- Pues aquí tienes –le extendió una pequeña bolsa con dinero tras levantarse.
- ¿Esto qué es?
- Mi pago por estos años. Con esto zanjo mi deuda contigo y a partir de ahora trabajaré para mí.
Su imagen y su soltura habían tenido un precio que ambos habían acordado por ayudarse mutuamente a llegar a la cima. El hombre no se esperaba que Jimin fuera a lograrlo en tan poco tiempo ni que fuera a convertirse en una máquina tan destructiva. El diamante se iba de sus manos, para siempre:
- ¿Te retirarás? –preguntó guardando el dinero un poco receloso.
- No lo sé –se encogió de hombros limpiándose el sudor con la toalla-. Ya veré lo que hago.
- Ahora mismo podrías ser uno de los adolescentes más ricos del país con todo lo que has acumulado.
- Puede ser –se cambió la camiseta.
- Vale, lo capto. No has cambiado nada, siempre te ha gustado ir a tu libre albedrío –masculló por las respuestas imprecisas del joven.
- Ahora que te has dado cuenta –sonrió de lado- me voy, ha sido un placer hacer negocios contigo.
- ¿Quieres que te siga gestionando los enfrentamientos?
- ¿A cuánto? –arqueó una ceja.
- Treinta por ciento.
- Olvídate.
- Maldito mocoso –rio a carcajadas-. Eres un sucio despiadado, te he hecho demasiado letal –se llevó la mano a la cien-. Cinco por ciento.
- Trato, nos vemos –levantó su mano mientras se iba.
Hoy era un día especial para él, porque su madre cumplía años. Le había dicho ayer que la invitaría a comer al mejor restaurante de la ciudad. Por suerte su padre no había dado señales de vida en los últimos seis meses, así que no tenía que hacerle la cena. Sooyun se había negado argumentando que era muy caro y que no hacía falta mientras ellos dos estuvieran juntos.
Desde que Jimin empezó a pelear, incontables veces llegaba a casa con regalos para su madre. Ropa, útiles básicos que escaseaban en sus vidas, caprichos que sabía que ella no se podía permitir y muchos paseos por la ciudad. Quería disfrutar el tiempo con su madre y darle lo que su padre nunca le dio. La sonrisa que se le plasmaba en el rostro lo hacía regocijarse de felicidad.
Sin embargo, ella siempre le preguntaba que de dónde sacaba tanto dinero un niño y todas las veces le respondía que ofertaban trabajos en su colegio y él los hacía casi todas las semanas. Qué otra cosa le iba a decir.
ESTÁS LEYENDO
Love Beat [JiKookV] {Corrigiendo}
Fanfiction"Ellos eran los únicos que podían hacerlo..."