CAPÍTULO. 20

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Pov. Stiles.

Corro y corro, siento el pecho destrozado. Intento apurar un poco más el paso, algo no estaba bien. Para nada bien. Era imposible, no podía estar pasando, esto era el colmo de mi familia.

—¡Stiles! -escucho que me nombran. No uno, ni dos, ni tres, sino que todos en la manada me miran asombrados. Les ignoro. —¡Derek! -dicen todos, y muchos más. Todas las manadas estaban allí. Algo no iba bien, esto no podía estar pasando no...

—Por favor encarguense de el. -escucho decir a Derek. Talvez estaba hablando de Jordan.

Siento que me nombran pero no detengo mis pasos. Continuo hasta poder estar dentro de mi casa, las paredes como todo me traen tantos recuerdos. Muchos momentos vividos que por nada cambiaría. Nunca sería capas. Observo la gran foto de mis padres en la repisa de la entrada. Me muevo con rapidez al ver la cara de mi padre en aquel retrato, no tenia un buen presentimiento de esto. Subo las escaleras hasta el segundo piso y termino de llegar por fin al pequeño despacho de mi padre. Apenas entrar siento el fuerte aroma aconito por toda la habitación, aquello me marea y retroceso. Es ahí cuando me doy cuenta de la presencia de los druidas más cercanos.

—Stiles, has despertado... -me ve asombrado Deaton, a lo que yo solo observo a su hermana y colega colocar otra bolsa de suero a un lado de mi padre. Pero, eso no era solamente suero el aroma a aconito me decía otra cosa. —Esto lo pidió tu padre. -suelta antes de que diga algo. —No te preocupes el sabe lo que hace. -murmura no muy convencido. —Por cierto es mejor que le dejemos solo. -su hermana me sonríe tranquilizadora mente y sale de la habitación. —El esta bien. No te preocupes, el aconito a ustedes les ayuda de manera diferente. -le miro no muy convencido. Aunque al escuchar su tranquilo corazón me daba la respuesta más clara. El no mentía.

—¿Donde está Dan? -pregunto sin apartar la vista de mi padre.

—Esta en tu habitación, no tiene pulso y respira a duras penas. No tengo idea de que les pasó a ambos. -asiento y me dirijo a mi recámara. Cuando estoy a punto de entrar siento la sombra de mi madre detrás. —¿Puedes saber lo que le ocurre? -indago, sin respuesta veo que pasa delante mío. —Una madre siempre será una madre. -digo para mi al notar como la mujer que me dio la vida, desprende su preocupación por quién un día fue como mi hermano.

Aunque no lo parezca Dan no era así. De niños éramos todos y me enfadaba que siempre papá lo rechazará o para vernos siempre era a escondidas. El me había dicho y enseñado muchas cosas que nunca pensé en descubrir. Aunque, luego de que Derek apareció en mi vida lo dejé mucho de lado hasta el punto de olvidarme de quién fue mi única compañía. El nunca había sido una molestia para mi. Siempre fue alguien especial, misterioso. Aquellos rojizos ojos me llenaban de una sensación de asombro, era como ver pasar miles de vidas sin siquiera vivirlas.

—Mi niño... -murmura amorosamente mi madre, arrodillada junto a la cama. Dan permanece inmóvil. El contorno negro de su cuello llama mucho mi atención. Además del leve olor a aconito. Eso era muy extraño.

—El estará bien. -le digo a mi madre. —Siempre es así. -murmura. Notando que a mis espaldas una sombra se asoma.

—Ese olor. -asiento y solo permanezco allí. Miro a Derek a mis espaldas. El frunce el ceño. —Stiles... -esta a punto de continuar cuando unos delicados brazos lo rodea. Sin decir nada sonrió, el sorprendido se gira a ver a su sollozante madre. 

—Maldición, Derek eres el peor hijo del mundo. -le regaña, a lo que el otro solo suspira y gira a corresponder el abrazo de su pobre madre.

—No empieces con eso. -suspira el grandulon. —Tampoco grites tengo buen oído, todos lo tienen. -su madre frunce el ceño antes de comenzar a ver como sus ojos se tiñen de un carmín espeluznante. Yo solo me retiro hasta volver a estar con mi padre.

¡Enemigos! [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora