"Mi vida soñada"

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HARRY'S POV

2 largos meses después de todo el incidente y aun no lograba asimilar que fueron 8 semanas sin saber nada de ella. Me sorprendía haber sobrevivido a eso sin embargo todavía era dependiente de sus actos. Aun sentía todas esas cosas que se dicen sentir cuando te enamoras. Ese cuento de las mariposas en el estómago, ese desenfreno del corazón cada vez que escuchas su nombre, esas ganas incontenibles de volver a ver su sonrisa sin que una pantalla o una revista me recuerde que ella no estaba ahí.  Fue exactamente hace 3 días que me sentí de esa forma cuando recibí su mensaje, el primero después de tanto tiempo, pero con el mismo efecto de siempre.

"Se que estarás de vacaciones por unos días. Los Angeles suena como un buen lugar para volver a vernos."

Y no necesitó más que esas palabras para convencerme, para que me encuentre a sus pies otra vez, caminando por un extenso barrio privado, habitado por más estrellas que las veredas de Hollywood. Tantas palmeras. Tantas calles infestadas de paseadores de perros miniatura. Tantas mujeres rubias. Tantos hombres fortachones. Tantos lentes de sol negros. Sin dudas ya no estaba en Londres. Sin dudas estaba en Los Angeles, tierra de famosos que intentan vivir una vida 'no tan famosa' o al contrario. Era gracioso ver como caminaban por las calles haciendo una vida normal mientras cientos de papparazis capturaban cada uno de sus movimientos. Aunque todo dejaba de ser divertido cuando recordaba que yo era uno de ellos. Agradecía que el nuevo barrio en donde vivía Madilyn fuera un poco más reservado que el resto. Caminar sin prisa por las calles era algo que había olvidado como se sentía hasta ese día.  235 era la numeración de su mansión, porque olvidé mencionar que la gente como nosotros parecía no conformarse con una casa como en la que habíamos sido criados, si no que preferíamos vivir rodeados de cosas tan útiles como un televisor de 72 pulgadas que flotaba en medio de un jacuzzi hecho de piedras traídas desde la cima del monte everest. Frívolo. Una de las infinitas razones por las que odiaba ser famoso y por ende catalogado de la misma forma que todos los de 'mi especie'.

Me detuve al llegar a esa enorme casa que llevaba la numeración 235 y cuando digo enorme me refiero a innecesariamente inmensa. Totalmente cubierta por arbustos que no dejaban ningún hueco libre para poder ver que sucedía allí dentro, un gran portón negro que marcaba la entrada y un tablero con timbres de color dorado... ¿o quizás bañado en oro? No me sorprendería. Dudé por unos segundos que botón debería apretar y fue en ese preciso instante en que el ruido de un auto a toda velocidad se acercó cada vez más y más a mi, acompañado de una música ensordecedora que parecía hacer temblar cada una de las baldosas bajo mis pies. Volteé y lo vi frenar a unos centímetros, como si estuviera dispuesto a pasar por encima de mi. Abrí mis ojos con sorpresa mientras de ese espectacular auto negro bajó un muchacho un poco mas bajo que yo, rubio y con unos trabajados bíceps. Se sacó con furia sus anteojos negros para dejar ver sus grandes ojos azules.

— ¿Quién mierda eres y por qué estás parado en la puerta de mi cochera? — Preguntó agresivo sin soltar la puerta de su convertible con una mano mientras que con la otra balanceaba una botella de cerveza.

— oh. que prudencia manejar y beber al mismo tiempo. — Murmuré con sarcasmo.

— ¿Y cual es tu maldito problema?

No estaba de ánimos ni de darle explicaciones a un idiota ni de tener que escuchar sus palabras sin sentido, solo estaba allí por Madilyn por más que ese no pareciera el lugar correcto para buscarla. Un grupo de mujeres bajó del auto siendo empujadas por una de ellas.

— ¿Harry? —  Me nombró y bastó sólo con escuchar su voz para que pudiera reconocerla detrás de todo ese disfraz de chica mala. Su cabello había dejado atrás el rubio para transformarse en un negro azulado, cayendo alborotado hacia un costado  mientras la otra parte ahora era solo rapado. Sus ojos celestes enmarcados con un fuerte azabache, sus labios carmesí y ese nuevo piercing en su antes delicada nariz. Botas cortas de plataforma, shorts rotos y esa vieja camisa rota que solía usar como pijama, hoy era parte de su atuendo habitual, desabrochada, dejando ver prácticamente su ropa interior. Tomé un respiro al ver sus piernas largas y bronceadas al igual que sus brazos que de ahora en más serían hogar de tatuajes sin sentido (como muchos de los mios). Ni siquiera el cambio más rotundo podía contra su belleza infinita y es que seguía pensando y sintiendo lo mismo que el primer día al verla.

Make No Mistake • H.S {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora