Anna

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Apenas Anna entró a la quinta cabaña, lo primero que pensó fue en el enorme espacio que había.

Anna nunca había vivido en espacios grandes. Sus padres se habían separado cinco años antes; su madre vivía en un apartamento de una sola habitación, y Anna debía dormir en la misma habitación que ella. Su padre, en cambio, solía quedarse en un hotel los fines de semana para pasarlo con su hija, y luego irse de la ciudad. Por este motivo, ambos habían decidido llevarla al Campamento Crystal durante el verano.

      —Oye, Mia —le dijo la pelirroja a su amiga, mientras miraba la espaciosa y oscura habitación, en la cual había dos sillones negros y una televisión— ¿Que opinas de este diseño tan oscuro?

Mia la miró, mientras pensaba que contestar. Anna odiaba la forma en la que Mia la miraba, pero sabía que no podía dejar de ser su amiga. Si quería realizar sus venganzas contra Lash este año, necesitaba a alguien que la ayudara.

      —Supongo que esta bien, creo... —dijo Mia, con sus ojos fijos en los ojos verdes de Anna— A mi nunca me gustó mucho la oscuridad, pero si a ti te gusta esta bien.

     —No es cuestión de lo que me guste a mi, Mia —dijo su amiga, irritada—. Sabes que no podemos cambiarnos, al menos durante este verano.

     —A mi no me gustaría que nos separáramos —dijo Mia, y de inmediato se puso roja—. Es decir... Que me gusta estar contigo.

Anna la miró extrañada. Odiaba cuando Mia se comportaba así, como si ella fuera su mejor amiga o estuviera enamorada de ella.

     —¿No deberíamos ir a una de las habitaciones? —dijo Anna, mientras recogía sus maletas

     —Supongo... Si es lo que tu quieres.

Anna puso los ojos en blanco, mientras observaba las dos habitaciones.

     —Vamos a la segunda —dijo, mientras levantaba sus maletas—. Parece que nuestras compañeras ya se colocaron en la otra.

Mia siguió a su amiga a su nuevo dormitorio, sin dejar de mirarla. Una vez adentro, Anna se sentó en una de las camas y la miró.

      —Mia... —comenzó a decir Anna, mientras fija la mirada en los oscuros ojos de su amiga— ¿Te puedo contar algo?

     —¡Lo que sea! —dijo esta, entusiasmada por la idea de que Anna le confíe algo— Ya sabes que puedes decirme lo que sea, y yo te escucharé.

     —Bueno... —Anna miró a su alrededor, incomoda. No sabía por donde empezar— Esto sonará raro, pero te necesito para que me ayudes con algo.

Al oir esto, Mia ahogó un grito de excitación. Si bien a Anna le pareció extraña esa muestra de alegría, no se lo dijo a su amiga.

     —¿Recuerdas a Lash, no? La chica de la que te hablé, que estaba con nosotros en el autobús...

     —Si, la recuerdo perfectamente —Mia la miró con curiosidad—. ¿Me vas a decir porque la tenemos que odiar tanto?

Anna miró a su amiga, insegura. Una parte de ella pensaba que debía contarle todo; su amistad con Anna en primaria, su pelea y su separación, como se volvieron enemigas... Sin embargo, algo le decía que Mia la ayudaría de cualquier forma. A Anna le podría parecer que su amiga era muy rara, pero era evidente que la admiraba; si lograba usarla bien, Anna podría usar esa imagen que Mia tenía sobre ella para que la ayude.

     —No —Anna tragó saliva antes de continuar. Temía lo que pasaría si su nueva amiga se negara a cooperar con su venganza—. Necesito que me ayudes a hacer... A ejecutar una venganza contra Lash. Si veo que puedo confiar en ti, te lo diré.

Y entonces, para sorpresa de Anna, Mia se lanzó encima de ella y la abrazó. Ambas cayeron a la cama, mientras Mia se volvía para mirar a su amiga.

     —Te ayudaré, claro. No me importa de que se trate, Anna, siempre podrás contar con mi ayuda.

Anna soltó un suspiro, totalmente aliviada. Luego, miró a Mia molesta.

     —¿Podrías soltarme, por favor? Esto es raro.

Crystal: El Campamento Para ChicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora