Capítulo 7

561 40 5
                                    


Estaba todo preparado, la iglesia estaba organizada, el proyector listo y los versículos sobre los que hablaría también. Solo quedaba esperar a que mis amigos llegaran y así podía comenzar con la reunión.

Elizabeth se encontraba leyendo la Biblia mientras que David tocaba la guitarra, el chico era prácticamente nuevo en la iglesia, el pastor junto con su esposa lo invitaron y él aunque un poco reticente, al final decidió venir y desde ese día quedó prácticamente enamorado de la palabra (no de la religión) dice que hay muchas cosas con las que no está de acuerdo, igual que yo, pero es un chico nuevo, eso hay que admitirlo, definitivamente Dios hace cosas maravillosas con nosotros.


- Carlos ¿puedes acompañarme? Es un poco aburrido tocar solo.

- Claro, yo pues... En un momento.

- ¿Ocurre algo?—la música dejó de sonar y ahora la atención estaba sobre mí, tanto la de él como la de Elizabeth.

- No ¿Por qué?

- Estas extraño desde la mañana. No te había dicho nada porque, vamos, tú eres raro pero hoy sobrepasaste el límite—intervino Elizabeth.

- No es nada, solo un mal presentimiento.

- Tranquilo, tus amigos si vendrán—suspiró David—ahora cambia esa cara.

- Sí, sí. Toquemos un poco.


Practicamos varias de las canciones, él me estaba enseñando cada una de ellas para que lograra entrar a la banda de la iglesia, claro que debía esperar aún unos meses pero no estaba de más practicar. Aunque hoy definitivamente no era mi día, me equivoque más de tres veces seguidas, tocando y cantando, y como si fuera poco el estómago había comenzado a dolerme, era la primera vez que me dolía de esa manera, es como si me estuviesen dando puyazos desde dentro, era insoportable. Ya estaba comenzando a sudar frio y era cuestión de tiempo para que Elizabeth se diera cuenta ya que David estaba sumergido en la música. Me equivoque otra vez, esa no era la nota correcta, traté de empezar de nuevo pero las luces se estaban apagando ¿por qué se apagaban? Tal vez ya estaba anocheciendo; no, no lo creo, cuando salí de casa apenas eran las cuatro de la tarde. La cabeza me dolía y qué era ese pitido tan fastidioso que maltrataba mis oídos. Alguien había apagado por completo las luces y había prendido el aire acondicionado ya que hacía frio, mucho frio. Dos personas gritaban por ayuda, se escuchaban pasos corriendo y luego de unos segundos nada.



(...)

- ¿Cómo está?

- No sé, señora—admití preocupada.

- ¿Qué fue lo que pasó, Elizabeth?—indagó el padre de Carlos. Llevábamos cerca de una hora en la sala de espera y el doctor solo había salido para comunicarnos que fuéramos pacientes.

- Él estaba tocando y de repente comenzó a sudar, hacía muecas de dolor y se desmayó. Cuando veníamos en la ambulancia empezó a despertar pero volvió a desmayarse—ambos asintieron tal vez más preocupados que antes, Liam y su hermano estaban sentados en la parte más alejada de la sala de espera, ambos se veían realmente preocupados, nunca imagine una faceta humana de ellos, bueno tal vez estoy exagerando pero eran tan fiesteros y despreocupados que, no sé, solo lo imaginé.


El tiempo corría al igual que mis oraciones, rogaba que saliera el doctor y dijera que todo estaba bien, que solo era falta de vitamina o cualquier otra cosa y que ya podíamos irnos a casa.


- Padres de Carlos Gutiérrez.

- Si—contestaron al unísono los padres de Carlos. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, David quien estaba a mi lado (y del cual me había olvidado) me apretó la mano en muestra de apoyo.

- Su hijo fue intervenido de urgencia debido a una apendicitis, si hubiésemos esperado un poco más hubiera resultado en el fallecimiento del paciente, podrán verlos en unas horas. Ya pueden estar tranquilos—sonrió el doctor por el placer del deber cumplido. Mi corazón comenzó a desacelerar su ritmo y mi respiración a normalizarse, ni siquiera había notado que estaba tan asustada.

- Bueno, creo que iré a la iglesia a terminar de organizar todo para el culto de mañana—dijo David.

- Sí, bueno, nos vemos mañana.

- Eli, aun no te dejaran verlo, mejor ven y ayúdame así se te pasarán las horas más rápido y tu mente se distraerá un rato. Recuerda que él está bien.

- No me quedo por eso—negué mirando a los padres de Carlos.

- ¿Entonces por qué?—preguntó.

- Vale, si es por él. Es mi amigo—él suspiró, parecía incómodo.

- Me voy.

- David...

- Te hablaré más tarde para saber cómo está, veré si puedo hacer el culto yo solo y además una cadena de oración.


Salió prácticamente del hospital, no me dio tiempo para responderle. Sabía desde hace unos días que le gustaba pero sinceramente, no sentía lo mismo por él y me parecía completamente injusto darle esperanzas cuando estaba enamorada de otro, era mejor así, en algún momento se olvidaría de mí.




Una mes después...

Íbamos a salir, luego del inconveniente de aquel sábado por fin podía salir de casa, ya que mis padres estaban tan preocupados porque pensaban que la herida se me fuese a abrir en cualquier momento o si hacía cualquier esfuerzo. Afortunadamente Elizabeth ayudó a que me dejarán comer solo y bañarme solo (el primer día lastimosamente mi padre tuvo que "ayudarme" ya que mi madre estaba en el trabajo). Liam, Jason y Alicia vendrían en cualquier momento, ya que solo me dejaron salir con la condición de que fuera en el auto con Liam ya que en un taxi podía suceder algo y provocar que los puntos se soltaran (los que estaban por dentro) lo cual no tienen ningún sentido pero preferí no objetar nada. Además esta sería el primer día en el que le demostraría a mis amigos que yo con Dios, si me puedo divertir.


Mientras esperábamos a los chicos, Elizabeth y yo organizábamos el desastre que había en la casa, (bueno, ella organizaba ya que yo aún estaba delicado) hasta ella podía llegar a ser un poco extremista.


- Carlos, sé que te dije que te quedaras quieto pero ¿podrías levantarte un segundo del sofá? Necesito limpiar ahí.

- Vale, pero tantas contradicciones me confunden—respondí sonriente.

- Sí, claro...


Al levantarme tropecé un poco y tuve que sostenerme del hombro de Elizabeth, esto solo le daría más razones para decir que estaba mal. Me reincorporé despacio esperando un regaño o un "te lo dije" pero no escuché nada, de hecho me encontré con una muy nerviosa Elizabeth la cual estaba aferrada a mi camisa, tenía los nudillos blancos por la fuerza que hacía, tal vez la había pisado pero ¿estaba tan gordo como para provocarle tanto dolor?


- ¿Te pisé? Lo siento, sí lo hice claro.

- No, no fue nada. Emm, siéntate por allá por favor, debo terminar o mejor yo me voy a cambiar, no, ya estoy cambiada—sonrió nerviosa, en ese momento el claxon del carro de Liam llegó, ambos salimos luego de asegurar la casa, en el auto, Elizabeth se sentó lo más lejos de mí.


Dios no te prohíbe divertirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora