Capítulo 24

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Allí estaba ella, llevaba un vestido azul dos dedos por encima de las rodillas, era suelto, le permitía moverse con el viento. Nunca había visto tanta belleza junta. La naturaleza si bien le daba al ambiente un toque hermoso, casi mágico, con ella jugando con el agua, recordando momentos infantiles, quizás felices a juzgar por la hermosa sonrisa plasmada en su rostro, como cuando hacías alguna travesura de niño y corrías para que nadie te atrapase. Todo esto me llevaba, me transportaba a un mundo de paz. Estaba ansioso, le había propuesto que nos mudásemos juntos pero no creía que eso sería suficiente para mí, por lo que llevaba un anillo de compromiso en la canasta del picnic. Aun no estaba seguro de su respuesta, podía negarse rotundamente y arruinar nuestra relación aunque cuando veía su rostro, apacible y sonriente mientras dormía sentía que era lo correcto; y ahora sentado observándola divertirse con los pies descalzos en el agua, percibía que ella era la mujer con la que debía pasar el resto de mi vida. Me enseñó a ser cristiano sin estar en una religión, a divertirme sin causarme daño, a vivir en paz conmigo mismo, me presentó con Dios, le debía a ella y a Él todo lo que soy ahora.

Elizabeth volteó a verme con ojos tranquilos y sonrisa pícara, una combinación muy peculiar en ella. Temía por lo que haría, era muy loca cuando se lo proponía y su mirada apacible solo lograba producirme mayor temor. Por lo que salí corriendo y la tome por la cintura, cargándola sombre uno de mis hombros antes de que pudiese hacer cualquier movimiento. Pesaba horrible, aunque se puede decir que mi condición física no era muy buena, ella tenía más masa corporal que yo, por lo tanto mis brazos no lograban soportar su peso. La llevé corriendo a la manta que estaba en el suelo y le deposite un suave beso en los labios cuando ya se encontraba sentada. Algunos de mis cabellos me taparon parcialmente la vista, recordándome que necesitaba un corte de manera urgente. Ella, sonriente, retiro los cabellos de mi campo de visión y me besó con furor, con pasión reprimida.

Detuve el beso cuando ya estábamos pasando a otro campo, el cual siempre alguno de los dos se detenía antes de que fuese demasiado tarde. Le pedí que cerrase los ojos aun cuando estábamos tan cerca que sentíamos nuestras respiraciones, ella obedeció y sonrió con nerviosismo, se veía hermosa. Saqué el anillo del bolsillo y tome una de sus manos, quedando la palma abierta y en ella deposite la pequeña caja. Le pedí que abriera los ojos y su expresión no tuvo precio. Se le veía un brillo en los ojos, brillo de lágrimas pujantes por salir. Le sonreí con nerviosismo, quizás aquí terminaba o comenzaba todo. Esperé largos minutos por su respuesta, minutos en los cuales ella solo miraba detenidamente mi rostro, lo cual me hacía sentir incomodo, sonrió antes de arrojarse a mis brazos y darme un casto beso en los labios.

- ¿Eso es un sí?—pregunté aun con susto.

- ¿Lo dudas?—sonrió—claro que sí. Te amo.

Luego de estar sentados en el lugar hasta el anochecer nos fuimos al hotel, todo estaba tan tranquilo. Nos despedimos cuando íbamos a entrar cada uno a su habitación, pero ella tenía otros planes, me empujó dentro de mi cuarto y cerró la puerta.

- Quiero pasar la noche contigo—aseguró firme, aunque el temblor de sus manos me decía otra cosa.

- ¿Segura?

- Si—respondió antes de besarme con el mismo furor del parque.

Entre paso y paso que dábamos hacia la cama la ropa iba cayendo, permitiendo que dos cuerpos, dos almas, dos personas enamoradas, sellaran con el acto de amor más puro, su amor. Fue una noche magnifica, entre gemidos, tomadas de mano y abrazos, en los cuales nos entregamos el uno al otro. Le di todo de mí, y ella todo de sí. Al terminar nos miramos fijamente, ella sonreía con un poco de vergüenza, yo solo admiraba su belleza, su cabello despeinado y sus labios rosados un tanto hinchados por recibir tantos besos de mi parte. Quería estar así con ella siempre, que al ver el otro lado de la cama este ella, despeinada y sin maquillaje alguna, natural se ve aún más hermosa.

Dios no te prohíbe divertirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora