Capítulo 14

394 34 3
                                    

Habían pasado aproximadamente dos meses del bautizo de Jason, él estaba completamente dedicado a la iglesia, tanto así que traía a los amigos de la universidad. Muchos de ellos se iban antes de que el culto si quiera iniciase pero otros, quizás por respeto o por gusto, se quedaban.

Mi relación con Eli va muy bien, de hecho estamos esperando que nos admitan en la misma universidad, claro que ambos aspiramos a una beca puesto que ninguno tiene los recursos. Yo quiero estudiar ingeniería civil y ella psicología. De vez en cuando la molestaba diciéndole que esa carrera es muy sencilla a lo que ella respondía correteándome por toda la cuadra con el objetivo de "darme mi merecido".

En resumen, todo iba bien, la verdad estaba más que feliz con los resultados de los últimos meses, ah sí, casi lo olvido, Liam está asistiendo más seguido a los cultos y se puede decir que tiene una relación con la chica de la cafetería, que por cierto se llama Kara. Es su primera relación duradera y lo veo realmente comprometido con ella, es más creo que ya fue a conocer a los padres de la chica, muy pocas veces Kara viene con él a los cultos pero algo es algo ¿no?

Estaba en mi casa cocinando mientras Eli se duchaba, tenía una salida con sus antiguas compañeras de clase y como mi querido hermano Daniel estaba profundamente dormido, luego de volver el baño un desastre, no tenía más remedio que cocinar solo. Mis padres estaban en una cita, cada vez salen con más frecuencia, estoy feliz por ellos pero ahora todos los oficios de la casa los tengo que hacer por mi cuenta.

- ¡Carlos!

- Háblame—le respondí a Elizabeth quien me llamaba desde el baño.

- ¿Podrías pasarme una toalla? La olvidé por completo.

- No—dije con una sonrisa de suficiencia, está es una oportunidad de las pocas que hay para molestarla.

- Más te vale traerla o te pateare ya sabes que—contestó sería, ya yo estaba en la puerta del baño, riéndome de la situación—Carlos puedo verte por la hendija de la puerta, así que más te vale que vayas por una toalla o...

- ¿O qué? ¿Saldrás desnuda?—contesté aguantando una carcajada.

- Esto no se quedará así.

Bueno, digamos que esas palabras son las que vuelven la situación peligrosa, por lo que fui a buscar corriendo la toalla, toque ligeramente la puerta en son de paz y entré. Ella tenía una mano por fuera de la ducha, le entregue la toalla y salí lo más rápido que pude. Así señoras y señores, soy el hombre más valiente del mundo.

Corrí a la cocina antes de que todo se quemará y me quedara sin comer, y claro que también eso afectaría a Daniel. Si no come se vuelve más intenso que de costumbre.

Luego de veinte minutos, quizás más, la comida estuvo lista, Elizabeth se fue y Daniel despertó. Comimos en silencio, lo cual me pareció raro pero decidí no darle demasiada importancia. Pero aún más raro me pareció que Daniel se fuera inmediatamente a nuestra habitación. Fregué los platos lo más rápido que pude con el objetivo de ver que le sucedía a mi pequeño hermano. De hecho ya me disponía a hablar con él cuando el teléfono sonó.

- Por favor con Carlos Gutiérrez—respondió una voz seria al otro lado de la línea.

- Con él habla.

- Lamentamos que decirle que debe venir al hospital a reconocer dos cuerpos—no dejé que siguiera hablando, el teléfono se me resbaló de las manos, las piernas me temblaron y mi respiración se agitó. No podía ser cierto, mis padres estaban bien.

Rápidamente saqué mi celular y les timbré, ambos teléfonos estaban apagados. Mi corazón comenzó a latir más rápido y la vista empezó a nublarse. Una voz en mi cabeza me admitía la dolorosa verdad, pero no quería admitirlo, me aferré a la vaga esperanza de que estuvieran vivos.

Fui a ver a Daniel como si nunca hubiese sonado el teléfono, y me senté a su lado. Él estaba llorando, estaba desconsolado y la verdad no lo entendía, aun no se enteraba de... Nada.

- ¿Qué sucede?—pregunté con voz temblorosa.

- Te llamaron hace dos horas.

- ¿Quién?

- De un hospital, me hice pasar por ti, deben de ser unos tontos al no darse cuenta que les hablaba un niño...

- Daniel ¿Qué te dijeron?—mi corazón se aceleró. No estaba pasando nada esto, solo es una pesadilla, me repetía a mí mismo.

- Que tenías que ir a reconocer dos cuerpos... Carlos ¿Mamá y papá están bien?

- No sé—admití derrotado. Él solo asintió, ya cansado de todo, se durmió en un momento dado, las lágrimas seguían en su rostro. Las limpié con cuidado y salí a llamar a Jason para que cuidará a Daniel en lo que volvía. Él llegó luego de media hora agitado por la urgencia con la que le hablé.

Le pedí discreción con el asunto, le di las llaves en caso de alguna urgencia y salí disparado de la casa. En el camino miraba impaciente por la ventana, mis uñas habían desaparecido por completo y mi pierna subía y bajaba cada vez a un ritmo más veloz. No tenía cabeza para más nada ¿cómo tenerla? Si algo les pasaba a mis padres no sé si pudiese superarlo, me sería demasiado complicado, y a Dani, es solo un niño... No, ellos estaban bien, fue solo un error del hospital al llamarme.

Pagué al taxista y salí dando grandes zancadas por el ya mojado pavimento, la lluvia se hacía presente con toda su fuerza y los truenos mostraban que una tormenta vendría en pocos minutos, el día perfecto ahora era un desastre.

Llegué donde la recepcionista, le di mi nombre e inmediatamente llamó me envió a la morgue, me puse pálido enseguida, pero aun guardaba la esperanza.

Un hombre robusto y con un traje impermeable me esperaba, me acompañó a una sala poco iluminada pero muy organizada, dos cuerpos descansaban en esta, mi mente estaba en blanco y mi corazón latía demasiado deprisa, mis oídos pitaban y mi cuerpo entero temblaba de miedo.

- Cuando esté listo joven.

Tomé con suavidad la bolsa que lo cubría y lo destapé... No podía ser verdad, era él, el hombre que me había ayudado todos estos años, quien me crio y educó. Mi padre. Las lágrimas aun no aparecían en mis ojos, estaba en shock. El hombre me dio un ligero empujón para que observara el otro cuerpo, sabía lo que encontraría pero aun así no quería creerlo. Era ella, mi madre. Mi mente no lo soportó más, lo único que puedo recordar es al mundo dando vueltas y un grito "llamen al médico". 

Dios no te prohíbe divertirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora