Capítulo 12

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Eran las tres de la tarde, estaba lloviendo como no lo había hecho en años, tenía un libro entre mis manos y leía como si mi vida dependiera de ella. Todos en la casa dormían puesto que el día anterior hubo una celebración que no acabo hasta la madrugada, yo no tenía sueño, de hecho no dormía desde aquel día en el que lloré en mi habitación. Era extraño, tenía esa sensación de que todo iba a estar bien pero al mismo tiempo de zozobra, de que algo iba mal. No había vuelto a hablar con mi hermano desde ese día, al parecer se había ganado una beca deportiva y ahora estaba alistándose para marcharse a la universidad, claro que David evitó todos los detalles de la llamada, no me importa a decir verdad, solo quiero que a mi hermano le vaya bien y que ahora que se aleja de nuestros padres pueda ser libre para expresar su fe. No había riesgos, no había manera de que le quitaran la universidad puesto que él se la había ganado por sus propios méritos. Además de que le pagaban cada vez que jugaba un partido con el equipo local. Estaba feliz por él, así como estaba feliz por Carlos, su madre me contó que había estado en un retiro espiritual hace unos días. Aun no podía creer que había pasado dos semanas completas desde que se fue.

Los truenos retumbaban cada cuantos minutos, los relámpagos brindaban un espectáculo del cual todas las personas temían, pero a mí me daba igual. Tomé un sorbo del café que tenía en la mesa de centro y continué con mi lectura. Era un libro maravilloso, trágico pero maravilloso. El cuentacuentos. Lo había dos veces desde la partida de Carlos y aún era la hora que no podía dejar de leerlo. Jason había tratado de sacarme de la casa pero no quería, no lo necesitaba y menos luego de enterarme de que mis padres habían decidido hacerme una visita, aun no comprendo cómo dieron con la casa de Carlos pero no creo que importase, armaron un alboroto, la madre de Carlos no logró callarlos, de los insultos pasaron a los golpes, aunque antes de que le lograrán poner una mano encima me interpuse, mi padre y mi madre me golpearon, Jane (la madre de Carlos) trató de quitármelos de encima pero le pedí que se alejara, que yo lo solucionaría. Luego de insultarme veinte o treinta minutos más se marcharon, dejando un desastre en la casa.

Limpié en silencio, Jane me observaba detenidamente, con preocupación, veía que quería hablar pero no se atrevía a romper el silencio que embargaba la casa. Le agradecí internamente que guardara silencio, no estaba de ánimo para sostener una conversación y menos de lo que acababa de pasar. Desde ese día no he pronunciado una sola palabra, me limito a sonreír o asentir de vez en cuando, me enfoco en la lectura y en estudiar para ver si logro ganarme una beca, aunque nunca he sido una estudiante modelo pero no perdía nada con tratar.

Alguien tocó la puerta, aun llovía torrencialmente, que osado habrá venido aun así. Tal vez era otra mala noticia o quizás era la muerte la que había venido por mí. Abrí la puerta lentamente para encontrarme con un hombre, no tenía idea de quien era, el impermeable le tapaba el rostro, le reparé de pies a cabeza, me sorprendió ver maletas a un lado de sus pies, iba a preguntarle algo cuando su voz, llenó el vacío que reinaba en mi pecho.


- He vuelto—era Carlos, le había crecido una barba, se veía más grande a pesar de que solo había sido dos semanas, no me habría dado cuenta de que había comenzado a llorar si él no me lo dice—No llores, he vuelto y no me iré de nuevo, sé por lo que has pasado estos días y lo siento mucho, lamento no haber estado para ti.


No pude responder, estaba sollozando, me abracé a él con la poca fuerza que me quedaba, era poco lo que había comido estos días así que en cualquier momento podría desmayarme.


- Calma, calma—decía acariciándome el cabello—ven entremos.


Seguía abrazada a él, no lo solté ni siquiera cuando se agachó a tomar sus maletas. Nos sentamos en el sofá, me retiró un poco para sacarse el impermeable y ponerlo a secar en el baño. Esos escasos minutos me sentí sola, sabía que era una estupidez pero me hizo falta todo el tiempo que no estuvo aquí y no quería que se volviese a ir, y menos por imprudencias mías.

- Lo siento—dije antes de que se sentara a mi lado.

- ¿Qué sientes?

- Haberte besado, haber nacido, todo.

- No lo sientas, me alegro que me hayas besado, me alegro que hayas nacido o si no me ibas a dejar sin compañera.

- ¿A qué te refieres?

- Te amo, Elizabeth. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta. Te pediré de favor que no te vuelvas a dañar, ya mi madre me contó todo y créeme que siento mucho haberte orillado a eso—era imposible que su madre me haya visto, tuve mucho cuidado para que no viera como me dañaba, me era difícil no hacerlo, lo había superado una vez pero desde que lo volví a hacer no he podido parar—no te pediré que me prometas nada, pero si te pediré que vayamos a la iglesia, necesitas reconciliarte con Dios. Además, necesito que mi novia este bien y que siga los caminos del Señor.

- ¿Tu novia?

- Oh, lo siento—dijo rascándose la cabeza— ¿quieres ser mi novia? Me gustaría haberlo hecho más especial pero era urgente que volviera.

- ¿Seguro que quieres eso?

- Cien por ciento seguro, es más—se acercó lentamente a mí, conectó sus labios con los míos. Eran los labios más dulces que había probado, quisiera nunca soltarlos—ahora, tu respuesta es...

- Sí, claro que sí.


Me abrazó, me besó pero nunca se propasó así era Carlos, mi Carlos, la verdad esperaba que al día siguiente al despertarme no me dé cuenta que todo esto fue un sueño, me partiría el alma. Seguimos hablando hasta que el sueño me venció, me quedé dormida en sus brazos, en mi lugar seguro. 

Dios no te prohíbe divertirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora