Capítulo 22

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Al llegar a México lo primero que hicimos fue buscar un hotel para poder hospedarnos el mes que duraríamos en mi país de origen. Yo aún estaba nerviosa, aunque no lo suficiente como para querer volver a España, sin duda alguna Dios me había dado las fuerzas que necesitaba. Chris se opuso rotundamente a que durmiera con Matt y lo entendía, ya que puedo imaginarme qué clase de cosas cree él que haré con mi novio, sin embargo nada de eso pasaría, al menos aún no.

La habitación que compartíamos Chris y yo era de un color curuba lo que le daba un toque familiar y acogedor, como un abrazo fraternal cuando era necesitado. Lastimosamente solo había una cama, aunque era de dos cuerpos, no me alegraba la idea de dormir con Chris, el condenado se movía demasiado.

Luego de despedirnos de Matt, quien se quedaría en la habitación de en frente, entramos al cuarto y nos dispusimos a descansar.

Al despertar encontré una nota de mi hermano, quien obviamente ya no se encontraba en la habitación conmigo.

Estamos en la cafetería, baja cuando estés lista.

Mi hermano, sabía a lo que se refería con estar lista, sabía que sería duro por lo que cuando salí de la habitación, preparada para toparme con el pasado, oré para que las fuerzas que tenía el día anterior no se hubiesen esfumado sino que permanecieran o se incrementaran.

- ¿Elizabeth?—ya me disponía a entrar en la cafetería cuando una voz, un poco familiar a decir verdad, me habló. Volteé ya esperando uno de los primeros recuerdos que recibiría en el día.

- ¿Sí?—No reconocí el rostro, pero sin duda alguna la voz se me era demasiado familiar. Aunque el chico frente a mi pareció alegrarse al verme ya que se le iluminó el rostro, sin embargo no me gustó lo que vi en su mirada, lujuria. Me miraba provocativamente y está de sobra decir que no me gustó para nada.

- Soy yo, Alex ¿te olvidaste de mí?

Escuchar ese nombre fue como si me revolvieran todo en mi interior. De todas las personas que pensaba que me encontraría tenía que ser él el primero, y ni siquiera lo tenía en mi lista. Afortunadamente Matt venía a mi encuentro ya que vio como mi rostro se descompuso al ver a la persona frente a mí.

- ¿Estás bien amor?

- Sí, no te preocupes. Vamos a comer que tengo hambre—añadí tirándolo hacia la cafetería dejando solo a Alex, y esperando no encontrármelo de nuevo.

- Espera ¿quien era él? ¿te estaba molestando? 

- No, tranquilo. Era un viejo conocido, aunque la verdad espero no tener que encontrármelo de nuevo. 

  Dejé pasar el asunto y fuimos a comer, aparentemente la primera parada que haríamos sería en la casa de liam, quien se había mudado hace unos pocos meses y nos había invitado a su departamento.  


Narra Carlos

Llamé a Alex para encontrarnos esa noche en una cafetería cerca de mi casa. Estaba seguro que se sorprendería por el lugar al que lo llevaría pero se iba a dar cuenta que no había nada de malo o que teníamos todo prohibido por seguir a Cristo, es solo cuestión de hacer las cosas bien y sobre todo de no sobrepasarse.

- Bien, aquí estoy Carlitos—dijo el joven de piel canela frente a mí—entonces... ¿A dónde me llevaras?

- Sube a la moto que está afuera, iremos a divertirnos un rato—dije palmeándole el hombro luego de pagar el café que había pedido.

Todo el tiempo se la pasó preguntando a donde lo llevaba y lo comprendía, para torturarlo un poco lo paseé por varias partes de la ciudad sin decirle a donde lo llevaba o simplemente diciéndole mentiras piadosas (aunque esas no existen), ya cuando llevábamos cerca de media hora en la motocicleta decidí que era momento de llevarlo al destino que nos correspondía, además la noche no duraría para siempre y tenía ganas de divertirme un rato.

Cuando llegamos a la discoteca su sorpresa no pudo ser más grande, pensaba incluso que se le caería la mandíbula del asombro. Yo estaba satisfecho, su primera experiencia divirtiéndose con un cristiano sería algo que él también disfrutaba así que estaba más que seguro que al finalizar la semana lograría cambiar su perspectiva acerca de los cristianos, en todas sus formas, pues él creía que éramos engreídos, que solo lo que nosotros decíamos era lo correcto y que vivíamos criticando al otro. A pesar de que hay muchos así debía probarle que no son todos (aunque seamos minoría), solo me quedaba confiar en Dios para que todo saliera bien, si era lo que Él quería claro está.

- Deja de bromear conmigo Gutiérrez, un hombre como tú no vendría a estos lugares—dijo serio cuando se le pasó la impresión.

- ¿Por qué no vendría? Es una discoteca, no un burdel ni un sitio indecente—conteste sonriente a pesar de su cara de incredulidad y amargura, la cual de a poco se fue suavizando—más bien vamos a divertirnos, tengo tiempo de no bailar.

Entramos al lugar el cual estaba encendido, gente bailando por un lado, unos hablando, otros esperando a sus amigos o a esa cita que los tenía locos, quien sabe. Lo primero que hicimos fue llegar a la barra, ambos pedimos una cerveza (que sería una de las pocas que bebería en la noche) y nos pusimos a hablar, al principio se encontraba reticente a contarme cosas poco personales, como qué estudiaba, o si tenía alguna chica en su lista, pero poco a poco fue soltándose hasta que hablamos con soltura. Luego de una hora hablando fuimos a bailar, conseguimos unas chicas quienes se encontraban solas y querían divertirse un rato. Bailamos casi toda la noche, sin propasarnos con ellas en ningún momento, se lo dejé bien claro antes de pasar a la pista de baile, y él aceptó y para su sorpresa se divirtió más que cuando al terminar la noche estaba en cama de alguna desconocida.

Decidimos llamar a Jason para que fuera por nosotros en la camioneta, habíamos bebido poco pero mejor era no arriesgarse y manejar, así que cuando llegó subimos la moto en la parte trasera y nos fuimos a su casa. Jugamos video juegos el resto de la noche, aunque se le notaba raro, parecía querer decirme algo pero no se animaba, preferí dejarlo pasar y darle tiempo. Fue una de las mejores noches de mi vida y creo que la de él también, nos despedimos faltando poco para las tres de la madrugada y me dispuse a dormir, gracias a Dios todo había salido bien. 

Dios no te prohíbe divertirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora