Ya solo faltaba una hora para que tuviera que ir a la iglesia a dirigir el grupo de jóvenes. Tenía preparado mucho material, y la verdad estaba emocionado pero sabía que en cuanto pisara la iglesia, los nervios florecerían con mucha fuerza; solo le pido a Dios que no me desmaye. Estaba convencido que el apoyo y la ayuda que me había brindado Elizabeth me daría más confianza a la hora de hablar, cuadramos que si me quedaba mudo ella intervendría con alguna pregunta o comentario.
- ¿Listo, Carlos?
- Si, si—respondí saliendo de mi habitación (y la de Elizabeth) —solo que esta corbata no se deja amarrar.
- ¿Me permites?—preguntó sonriendo.
- Claro—contesté frustrado.
En cuestión de segundos mi corbata estaba bien atada, necesitaba aprender antes de pensar si quiera en volverme pastor. Aunque aún no estaba muy seguro de querer hablar por el resto de mi vida frente a un público, no se ve difícil pero si tu lengua se traba cada vez que vas a pronunciar una palabra se te dificultará.
Íbamos en un taxi (ella se ofreció a pagarlo), estaba sudando como cerdo y temblaba como si me estuviese congelando, estaba completa e irremediablemente asustado; solo podía pedirle a Dios que el hablara por mí.
- Tranquilo, nada malo puede pasar.
- Eso lo dices porque tú no vas a hablar—contesté entrecortado.
- No quiero que te desmayes, así que más te vale ponerte pantalones, solo son jóvenes, no te preocupes.
- ¡Claro! Solo jóvenes ¿Cómo no lo pensé antes? Se me hubiera hecho más sencillo—respondí sarcástico. Sinceramente estaba que me arrojaba del taxi.
- Pues debiste pensar antes de decirle que si a Alexa—contestó reprimiendo una sonrisa. Odiaba que tuviera razón pero qué podía hacer, Alexa me traía loco y lo peor era que ella no lo sabía o eso espero, porque si lo sabe y no me dice nada es debido a que no quiere nada conmigo y si es así, ya valí.
- Carlos, ya llegamos, reacciona o te tiro del carro.
- Oh sí, claro, vamos—añadí mecánicamente.
Y allí estaba Alexa ordenando las sillas para el culto y en la batería estaba su hermano, había olvidado que él ama ese instrumento. Trataba de tocarlo pero salían una cantidad de sonidos disparatados de los cuales se sentía orgulloso, la inocencia se reflejaba en sus ojos y la felicidad en los labios le delataba, definitivamente la mejor etapa de la vida es la infancia.
- Lamento la tardanza—había llegado media hora antes.
- ¿De qué hablas? Llegas súper temprano, Carlos—contestó Elizabeth diciendo lo obvio. Gracias amiga.
- Tiene razón. Gracias por venir Eli.
- Créeme, era necesario que viniera.
- ¿Si? ¿Por? —inquirió curiosa Alexa, dejando una de las sillas en el suelo.
- Porque Car...
- Bueno chicas, yo voy por algo de agua ¿alguien quiere? ¿no? ¿nadie? Súper, nos vemos—añadí saliendo, casi corriendo, del lugar.
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Dios no te prohíbe divertirte
EspiritualMuchas personas piensan que por el solo hecho de seguir a Dios ya no podrás divertirte, que para seguirlo tienes que convertirte en un mojigato o en una persona aburrida. Yo tengo una opinión diferente y en esta pequeña historia planteare algunos de...