V. Fluido

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V

Fluido


251 horas para El Renacer.

El corredor de las celdas seguía con ese ambiente tan depresivo de siempre, como si la luz de las fluorescentes del techo iluminaran, con pereza, contagiadas por el ánimo de los presos. Lune recorrió el corredor con paso tranquilo, tenía que aparentar seguridad y decisión si quería convencer a Carla de salir de allí y, por debajo de la mesa, disuadirla de poner una demanda.

Pasó por la celda del lobo, por el rabillo del ojo se percató de cómo este estaba tumbado en la cama anexada a la pared, sin ninguna preocupación aparente. Un gruñido subió por su garganta y amenazaba por salir, todo esto era culpa de ese animal. Si él no hubiera intentado robarle el bolso a ella, esto no estaría pasando y Lune no estaría en esta peliaguda situación.

Cuando llegó a la celda donde la gacela estaba la vio con un ánimo muy distinto. Estaba de espaldas hacia la reja divisoria, mirando la pared, mientras hacía una especie de rutina de ejercicio: estiramientos, dio unos golpes al aire como si estuviera golpeando una pera y luego intentó dar unas patadas, pero las dimensiones de la celda se lo impedían. Lune tensó la mandíbula. «Con razón pega tan fuerte.» Y todo esto lo hacía mientras tarareaba una canción que le sonaba muy conocida a la loba.

Carla se detuvo un momento, respiró profundo y poco a poco realizó un Split perfecto extendiendo las piernas a 180°. Mantenía los ojos cerrados, pero fruncía ligeramente el ceño por la tensión que ejercía dicha posición en ella, Lune lo notaba; se percataba de los lugares donde había pequeños temblores: en el cuello, espalda y cintura, pero se mantenía.

Se sorprendió admirando a Carla. «A nosotros no nos enseñaron algo así en la Academia», refunfuñó para sus adentros, no obstante, no se explicaba el por qué le sorprendía que la gacela hiciera eso. Es decir, en la Academia las mujeres pasan un poco más de trabajo que los hombres porque no tiene el suficiente físico cuando inician como para superar los obstáculos a la primera, y el entrenar para superarlos terminaba por hacerlas perder la feminidad. Pero no ella. Carla tenía un aspecto de atleta, pero no dejaba de parecer femenina; las curvas se le marcaban en los sitios que debían y no perdía ese aspecto sereno y grácil.

Quizá era eso lo que la sorprendía. Que se siguiera viendo guapa a pesar de todo. No como ella.

«¿Qué demonios estoy pensando?»

Carraspeó un poco para hacerse notar, Carla abrió los ojos y cuando la enfocó de medio lado, terminó de fruncir el ceño y su expresión calmada se crispó un poco.

—¿Ya vienes a molestar? —gruñó ella.

Lune levantó ambas patas en señal de rendición, debía hacerle creer a ella que estaba al mando.

—Tranquila, tigresa —bromeó. «Espero que estar tanto con Dan tenga sus frutos», pensó, sabiendo que su compañero tenía una forma de siempre caer bien con su humor. Zorro al fin—. Tenemos que hablar.

—¿Estás embarazada? —Arqueó las cejas—. Mío no es. Ahora, pírate.

¿Por qué tenía que ser tan toca ovarios? Tensó la mandíbula para contener las ganas de caerle encima y hacerla girones y forzó una sonrisa.

—Muy graciosa —dijo—. Ahora escucha lo que tengo que decirte: vas a salir de aquí.

Un atisbo de movimiento en la cola y oreja de Carla le dieron a entender a Lune que había dado en el punto exacto, a ella no le molestaba el perder el bolso (un poco, sí), sino el estar encerrada. Ella se puso de pie y luego de unos estiramientos para recuperar movilidad, dio dos pasos largos hacia la reja divisoria; sus ojos grises la escrutaban.

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora