X. Maat

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184 horas para El Renacer.

—¿Estás seguro que oíste eso, Nico? —preguntó Sadie.

—Podría apostar mi cola por ello —aseveró él, sin apartarle la mirada de esos ojos, que ahora parecían color miel—. Ayer como no podía dormir pensando en qué haríamos, y sabiendo que no te quedarías quieta hasta encontrar algo, caminé por la casa y subí al techo a despejarme. Entonces los vi. Tía Lourdes, Meloney, Samuel, Dan y la que mamá había dicho que era su esposa, Lune, creo que se llamaba la loba roja y Meloney. Todos venían a la casa.

—Pero en concreto —dijo, mirándolo aún con duda; el sol de la mañana le daba un interesante diseño a su pelaje, le hacía parecer que era de un gris casi plateado—, las exactas palabras, ¿eso fue lo que oíste?

—Sí —asintió, sin dejar de caminar al cibercafé del Centro; luego de estar todo el día en la biblioteca y encontrar, al revisar la historia de Egipto, que los faraones eran enterrados en las pirámides y en el mayor de los casos bajo tierra, con joyas y algunos sortilegios para que según su mitología, pudieran realizar el viaje al Inframundo un poco mejor. Que los obeliscos en sí no representaban mucho, aunque en algunos libros se decía que eran un intento de los hombres por llegar a los dioses, y que el símbolo más utilizado en la iconografía de la cultura era el Anj, un jeroglífico que significa vida; ambos habían acordado ir hoy a un cibercafé y buscar todos los edificios de Zootopia que tuvieran dicho símbolo. Siendo sincero, fue idea e insistencia de ella—. Bajé a ver qué pasaba, y según escuché, con la oreja pegada a la puerta cuando ellos entraron, que alguien o algo atacó el hospital...

—Sí, lo oí en las noticias de esta mañana. —Sadie rodó los ojos, algo molesta—. Mamá está algo paranoica con eso.

—Ajá, bueno, y en ese ataque resultó herida Rachel y el ochenta por ciento de los animales en el edificio, murieron. —Cruzaron la calle cuando el semáforo se los indicó y reanudaron su camino—. Sadie, míralo bien, estás... estamos tratando con animales profesionales. Mira cómo dejaron a James, o cómo mataron a esos animales. Y no me digas que no fueron ellos —se apresuró a agregar cuando vio que iba a replicar—; Sadie, los habrá matado lo que sea que los mató, pero no hay que ser un genetista o un microbiólogo para saber que fueron ellos. —Suspiró—. ¿Y si dejamos esto aquí, por tu seguridad? No quiero que te pase nada —agregó dejándose caer de hombros.

Nico sabía que aunque le diera pruebas contundentes, aunque trajera a la muerte y se la presentara a Sadie para demostrarle el peligro que corrían, ella no menguaría, solo apartaría los problemas con una pata y seguiría sin detenerse. Era igual de terca que sus padres, y eso era decir mucho. Le sorprendió sentir cómo ella le rodeaba la muñeca con los dedos y le daba un ligero apretón para luego suavizar el agarre.

—No pasara nada, ¿bien? —dijo con cariño. Nico suspiró.

—Eso espero... Eso espero...

—Ahora —agregó, más animada aún—, hagamos una lista de qué lugares tienen ese símbolo.

—Espero no sean muchos —murmuró con sinceridad, una cosa era buscar cinco obeliscos, ¿pero quién sabe cuántos lugares con el símbolo del Anj. Sería extremo.

—No lo serán, sé positivo. Tendremos suerte, ya verás.

Encaminándose a uno de los muchos centros comerciales del Centro, y con la vista entretenida en un anuncio de un concierto de reaparición que Gazelle realizaría (si recordaba bien era una cantante que le gustaba a sus padres), murmuró algo para sí:

—Espero que no se nos termine acabando...



Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora