Epílogo

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Siete días después de Osiris.

Siete días. Sólo bastaron siete días para que Osiris, el virus resultante de la combinación entre el ebolavirus alterado y el Alphavirus de la vacuna mutable, ambos creados por Alastor Greco Inval, se esparciera a nivel mundial.

Judy, esperando que el nuevo alcalde llegara a la reunión que él mismo organizó, recordó cómo terminó ahí.

Luego de que intentaran con desesperación detener la activación de Osiris, aquel acertijo contra el que batallaron arriesgando sus corazones, exponiéndolos a unos infartos fulminantes por los nervios, en la zona del Centro un edificio fue borrado del mapa con una facilidad aterradora. Las investigaciones realizadas concluyeron que la explosión fue causada por un mecanismo que detonaba una carga explosiva pequeña, pero potente, volando por los aires el edificio y una especie de laboratorio bajo éste.

En el lugar quedó un agujero de cinco metros de ancho por tres de profundidad, tuberías de agua y líneas eléctricas subterráneas quedaron destruidas, lo que causó que una parte del distrito quedara sin agua ni energía. En la investigación del suceso, se hallaron dos cuerpos calcinados e irreconocibles, cuerpos los cuales se identificaron cuando se les hizo la prueba de ADN con la médula espinal. Eran Lune Vicario y Carla Blair.

La prensa se enteró de que varios entes importantes de la ciudad sufrieron ataques informáticos, y a ella le correspondió responder y dar la cara. Otro punto a resaltar fue que en dicho lugar de la explosión había una especie de laboratorio clandestino, aunque elaborado muy al detalle en lo que respectaba al sistema de un tanque de contención de sustancias químicas industriales.

No tuvo que ser una genio, tantos años en la ZPD la curtieron lo suficiente como para atar cabos con rapidez. Ése lugar era el laboratorio de Osiris, ahí se encontraba. Judy se hubiera sentido, al día siguiente de la explosión, cuando lo descubrió, enojada, mal, impotente, sin embargo, tanta agitación por el caso no dio los frutos que esperaba. Estaba agotada física y mentalmente. Era el primer caso a gran escala, como los anteriores, que no pudo ganar.

No obstante, no podía caer.

No por estar triste, un ave dejaba de volar.

Luego llegó el tema preocupante de Osiris. Las horas pasaron. Los días también. Y tres días después, nada ocurría. Osiris había logrado esparcirse, pero nada pasaba, todos seguían vivos. Respirando. Incluso llegó a pensar que el virus se hubo destruido con la explosión.

La verdad le llegó en el quinto día, cuando por primera vez desde que tenía memoria, y estaba segura desde que se fundó BunnyBurrows, pudo observar por una de las copias del diario de las madrigueras que le llegaba diario a casa, para informase de todo, que la población estaba disminuyendo. Sí seguían naciendo conejos, aunque no con la barbárica velocidad de siempre.

Judy en ese momento se quedó pensativa, viendo el encabezado. Era imposible que la población que crecía a ritmos ridículos disminuyera de repente. Así como así. No era normal de ninguna manera, después de todo, los conejos se multiplicaban como... conejos.

Le mostró el periódico a Nick y éste se mostró pensativo, para luego decir en voz alta lo que pensaba. Que no era normal. Aquello le activó de nuevo las alarmas a una Judy que se relajó sólo un poco al no ver los efectos de Osiris, ¿sería que el virus estaba empezando a matar a los conejos?

Salieron de la casa, avisaron a la jefatura que no irían y se dirigieron al laboratorio principal de la ciudad, un enorme edificio blanco hospital, donde se realizaban todo tipo de investigaciones con respecto a enfermedades, virus, y genética. Dentro del edificio, la mayoría de animales iba de un lado a otro, saliendo y entrando de un gran salón. La recepcionista del mismo les pidió que se dirigieran a la sala de espera.

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora