XVII. Pérdida Lunar

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155 horas para El Renacer.

Samuel no entendía absolutamente nada de lo que la gerente del museo le estaba traduciendo del pergamino que era el Libro de Amduat, todo sonaba muy místico, muy irreal y a la vez, muy críptico.

—No entiendo eso de las Horas —señaló, apuntando el lugar del pergamino que ella tocaba con una delicadeza mortuoria.

—No tiene mucha complejidad, oficial —dijo la gerente, deslizando una pequeña garra por la superficie del papiro—. El viaje de Ra en su barca solar a través de la Duat o el Inframundo en las doce horas nocturnas. —Llevó su garra a un jeroglífico—. En cada una de las doce horas lo esperaba un desafío diferente, en su mayoría monstruos, que lo debilitaban y mermaban sus energías; al final, en la doceava hora, dejaba su momia y renacía en el amanecer.

Esa era la parte que no entendía por completo: ¿cómo cuadraba ese contenido con lo que estaba transcurriendo? A ver, se dijo, lo más obvio es que la cuenta regresiva que James había logrado obtener concordaba con las doce horas de la travesía, pero no eran doce, eran más de cien. «¿Sería posible que hicieran alusión a días en lugar de horas?» Si consideraba que la cuenta cuando Meloney se la llevó iba por poco menos de doscientas horas entonces sí, era factible.

Bien, un punto claro, ahora estaba el otro. Si cada hora aplicaba a un día, ¿cómo saber en qué momento habría un ataque como el del hospital?

—Eso de las horas —le preguntó— ¿hay unas más peligrosas que otras?

—Efectivamente —asintió ella, con una pequeña sonrisa, parecía feliz de que le preguntaran sobre el tema.

—¿Podría decirme?

—¡Por supuesto! —Sonrió y pasó el dedo casi con cariño por los dibujos—. Cada hora, por decirlo, podría atribuirse también a una casa o portal. En la Duat, según este pergamino, hay doce. No se dan constancia de todas, solo de unas pocas. —Hizo una pausa—. La Primera, la Cuarta, la Séptima, la Octava, la Décima y la Doceava.

»La Primera hora se relata como una infinita oscuridad, un río negro en el cual la barca contrasta y brilla, y los muertos vagan por los bordes, esperando que la parte de su alma que representa el nombre los busque. La Cuarta es un río amarillo con una niebla tóxica, donde Ra lucha y deja parte de su ser. La Séptima es la de los lamentos y juicios, donde se encuentra el Tribunal de Osiris y las almas son juzgadas; dicha hora la guía Anubis y libra a Ra de pelear. La Octava es un río de fuego, donde pierde gran parte de sí contra un monstruo que no se identifica, y sigue avanzando. La Décima es la de la verdad, donde debe desprenderse de su parte manchada. Y la Doceava y última, es donde deja su cuerpo y transmuta en Jepri, para luego volverse de nuevo Ra.

—Es... confuso —reconoció Samuel.

—Un poco, sí —convino la armadillo.

Él se llevó una pata al mentón y analizó lo que la gerente le había dicho. No había mucho de dónde agarrarse, sin embargo, con lo poco que tenía, logró sacar unas conclusiones que no le gustaron para nada. Tomando los modelos de las Horas como referencia y los números con los sucesos ocurridos días atrás, podía sacar varias teorías que no se oían descabelladas, sino que empezaban a cobrar un sentido espeluznante.

La Primera Hora la podía asociar con el suicidio de Inval arrojándose por el acantilado; en teoría coincidía un poco, él se arrojó a un río negro, puesto que era de noche en el Distrito Forestal y el mismo no es que fuera un gurú en iluminación; y había dejado a Vicario y Dan en el borde. En el borde del río, podría decirse. La segunda semejanza y la que más lo inquietaba era la de la Cuarta Hora: «una niebla tóxica», y era eso, precisamente, lo que había asesinado a los pacientes del hospital: un agente tóxico que se esparció por el aire como una niebla. La Séptima... ¡Oh, dioses! Sacando la cuenta con la cuenta regresiva que llevaban y el tiempo en que llevaban en el caso...

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora