IX - Probabilidad

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212 horas para El Renacer.

No se sentía muy cómodo dentro de la pirámide. Sí, era un patrimonio cultural impresionante, con muchos años de antigüedad, pero Atha no era un lobo de interiores, detestaba estar encerrado, y las paredes que se alzaban fuertes e inamovibles, así como muy viejas, salpicadas de jeroglíficos y antorchas, no ayudaban. Sentía que en cualquier momento podían derrumbarse y sepultarlo. «Un faraón del siglo veintiuno.»

Jawhar, en su recorrido, le había contado, sin dejar de caminar, que la pirámide de Giza fue mandada a construir por Keops, que estaba compuesta por tres cámaras principales, dos situadas en el interior de la pirámide, las cámaras del rey y cámara de la reina, y en el subsuelo, la cámara subterránea. También había una que se llamaba la Gran Galería. Para Atha todo eso sería interesante, como cuando visitó los castillos de Gales, sin embargo, puesto que estaba buscando algo que le dijera «¡eh, aquí hay algo de esos dioses!» no podía disfrutar la ruta.

En las paredes habían infinidades de jeroglíficos tallados, figuras y formas, algunos parecían animales, otros líneas, otros curvas y así iban, variando cada tanto. Al preguntarle a Jawhar qué significaban la mayoría de los jeroglíficos este le decía que eran en su mayoría sortilegios para que el faraón llegara al mundo de los muertos bien, algo con el Libro de Los Muertos. Ese libro. Mientras caminaban por la Gran Galería, Atha preguntó:

—Este Libro de los Muertos... ¿existe en físico?

Jawhar asintió sin dejar de caminar.

—Claro que existe —confirmó—, de hecho en cada pirámide hay uno.

—¿Ah sí? —se interesó Atha.

—Por supuesto. —Jawhar asintió y la sombra de la antorcha a su derecha se le dibujó en la cara, dándole un aspecto tétrico, como un ladrón de tumbas. Había algo en su mirada, que le erizaba el vello a Atha; sacudió la cabeza para dejar esa paranoia—. El Libro de los Muertos, consiste en una serie de sortilegios mágicos destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través de la Duat y viajar al Aaru, en la otra vida —dijo de forma mecánica, como si su cerebro estuviera acostumbrado a decir lo mismo.

—¿Duat? ¿Aaru?

—Inframundo y paraíso egipcio, respectivamente.

Atha asintió, pensativo. ¿Podría ser el Libro de los Muertos lo que buscaba; tendría la información que necesitaba?

—Asimismo —añadió el camello, descendiendo por una rampilla a lo que Atha suponía era la cámara subterránea— existen otros escritos: el Libro de las Cavernas, el Libro de Amduat, el Papiro de Ani, el Libro de las Puertas y otros varios más.

Sin embargo, había una cosa que le terminó revoloteando en la mente, Jawhar había dicho «el juicio de Osiris.»

—¿El juicio de Osiris? —preguntó—. ¿Qué es eso?

Con una sonrisa, quizá demasiado amplia, a la vez que se internaban cámara abajo, Jawhar respondió:

—El juicio de Osiris era el acontecimiento más importante y trascendental para el difunto, dentro del conjunto de creencias de la mitología egipcia —explicó—. En la Duat, el espíritu del fallecido era guiado por el dios Anubis ante el tribunal de Osiris. Anubis extraía mágicamente el Ib, el corazón, que representa la conciencia y moralidad, y lo depositaba sobre uno de los dos platillos de una balanza. El Ib era contrapesado contra la pluma de Maat, símbolo de la Verdad y la Justicia Universal, situada al otro lado del platillo.

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora