XX. Schandenfreude

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145 horas para El Renacer.

Un largo bostezo salió de sus labios, resonando con un ahogado eco por el estudio del departamento, al tiempo que seguía tecleando como un tornado códigos y comandos para infiltrarse por completo en la red total de cámaras de vigilancias viales de la ciudad.

Dar con ella no fue problema muy engorroso, pero encontrarla era un mundo de diferencia. Moviendo algunos hilos con contactos en la aduana que James había ayudado y, ¿por qué no?, sobornado en su tiempo, les pidió que buscaran a animales procedentes de Rusia que hubieran entrado en un período de diez años como mínimo. La búsqueda le arrojó cincuenta especies. De éstas separó las que eran hembras y leopardos de las nieves, quedando con tres animales.

En el transcurso del tiempo desde que Nick le informó sobre que esa leopardo fue quien dejó así a Rachel, Lourdes inició una exhaustiva investigación y seguimientos de los tres objetivos que había encontrado. Los primeros dos resultaron ser animales simples, corrientes, jóvenes en busca de emociones fuertes en Zootopia; sin embargo, la última, era su blanco.

Le costó mucho verla, tanto que solo pudo ficharla cuando salió de su departamento («tal vez fuera temporal») y se reunió con un oso en una cafetería. Poco después, ese mismo día, se enteró de que dicho oso, gracias a las cámaras de seguridad vial que grabaron el hecho, había sido partícipe en una brutal golpiza a unos pequeños y el homicidio de quien, supo después, era su niñera. Pequeños que eran hijos de la hiena con la que Judy y Nick mantenía tratos y de Van Der Welk.

Tenía el nombre, la edad, la especie e incluso datos sueltos sobre su época en servicio en los Spetnaz; lo que le faltaba era el qué hacía con ese oso.

Lourdes se pasó las patas por el rostro, dejándose el pelaje de la cabeza en punta por la frustración. Llevaba investigando todo este tiempo pero no tenía nada contundente; no tenía algo claro con lo que ir donde Judy y poder matar a Natasha sin que la ley le cayera encima. La maldita se cuidaba los pasos como toda una profesional.

«Militar a fin de cuentas.»

La puerta del estudio se abrió con suavidad, el pequeño contorno de Finnick, huraño, con el ceño fruncido y cara de malas pulgas, apareció.

—¿Vienes del hospital? —le preguntó al zorro.

—Sí —gruñó éste, no muy cómodo por el tema—, ¿por qué no me dijiste que Rachel está embarazada?

La loba alzó la mirada del portátil, la cerró y entrecruzó las patas sobre el escritorio.

—Porque no estaba en mi poder decírtelo, Finnick. La decisión es de Rachel y James.

—Entiendo —suspiró, cayéndose de hombros—. Por un momento creí...

—Que era biológico —sonrió agotada—. Me pasó lo mismo.

Con una seca sonrisa, que en el fondo eran cálidas, Finnick se pasó una pata por la nuca, ladeando la mirada.

—Me siento viejo —murmuró—; seremos abuelos. Parece que era ayer cuando estafaba con Nick. —Dio un puntapié al suelo para luego señalar la portátil con los labios—. ¿Has encontrado algo más?

—Sí. —Lourdes alzó una pata y se frotó el entrecejo, tratando de que el estrés que tenía, el cansancio, la frustración y el enojo palpitante no la consumieran por completo—. Sólo que no encuentro alguna razón para poder matarla sin que me caiga encima la ley. —Finnick fue a decir algo pero ella se adelantó—. Nick ya me salvó el pellejo una vez, milagrosamente sin levantar sospechas; creyeron que se debió a una falla en el sistema. Que lo hiciera otra vez nos dejaría en evidencia.

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora