XIII. Encargos

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164 horas para El Renacer.

No había dormido mucho por culpa del dolor en el antebrazo, sin embargo, Natasha no necesitaba más, estaba lo suficientemente descansada como para que no le afectase sus decisiones ni su habilidad motriz. Le dolía un poco el tomar las cosas con la pata herida, aunque no era nada que unos analgésicos no aplacasen. Se fue hacia donde estaba su ordenador, se sentó y una vez encendido empezó a trazar una línea de sucesos de lo que haría.

Lo más importante sería llamar a sus ayudantes. Tomó uno de sus móviles desechables para evitar rastreos y marcó un número, luego de cinco timbrazos, contestaron. Malik era un animal de cumplir los encargos y no desobedecer cualquier orden que se le diese, y como era de esperarse, cuando ella le comunicó que lo necesitaba en su departamento lo más pronto posible, acató. Diez minutos después, de alguna forma que la leopardo de las nieves aún no entendía, el timbre de su departamento sonó. Malik había cruzado el distrito completo evadiendo los controles de seguridad de la policía y llegó.

Al abrir la puerta un animal que transmitía aplomo y seriedad militar, casi mecánica, la recibió. Malik era un oso pardo de unos treinta años, la verdad era que nunca se había interesado por su edad, y tampoco era su problema, con tal de que cumpliera con su cometido, estaba satisfecha. De ojos grises como un día de tormenta, fornido y de aspecto intimidante; cualquiera que lo viera pensaría que era el típico animal correcto y estricto, pero nada más lejos de la verdad, Malik hacía cualquier cosa, desde orquestar un robo a un negocio hasta un ataque a escala distrital, si había dinero de por medio, lo que en este caso había.

Con un gesto de la cabeza Natasha lo invitó a pasar, y una vez que Malik se hubo sentado, sacó dos pequeños vasos de tragos y los llenó del licor más fuerte que tenía. Se sentó al otro lado de la mesa y tomó el vaso, mirando el licor transparente.

—Te tengo un trabajo.

Malik tomó su bebida y la acercó a sus labios, el vaso en él era tan pequeño que fácilmente lo podría equilibrar en dos dedos.

—¿Cuál? —preguntó con voz ronca, parecía que estuviera gruñendo—. Mejor dicho, ¿cuánto?

—Más bien son tres. —Le dio un pequeño trago a su copita, dejándola por la mitad—. Cien mil dólares por la primera y tercera, quinientos mil por la segunda.

—¿Qué?

—¿Lo harás?

—¿Qué necesitas? —repitió frunciendo el ceño.

—Tres cosas, como dije —sonrió, ignorando la sensación en su herida, como de piquetitos—. La primera: que instales micrófonos en el despacho de Jonsu en el Hospital General y en el de Seth en Tundratown. La segunda: que ataques a ciertos blancos que te proporcionaré, el método lo dejo a tu elección, siempre y cuando me garantices que sufran lo que se merecen. Y la tercera: que me consigas unos planos y una docena de tanques de propano.

—Espionaje, ataque e investigación —gruñó como si le doliera la garganta, y tragó el contenido de su pequeña copa de un golpe—. Dalo por hecho.

—Necesito un estimado de tiempo —comentó Natasha.

—Si me das la dirección exacta de los consultorios, lo de los micrófonos lo tendrás antes de que inicie el turno en el hospital —informó—. Con los objetivos, necesito nombres, especies, vínculos y todo, absolutamente todo lo relacionado con ellos para poder atacar como se debe; un día mínimo, dos máximo. Para lo último, esta noche, si me dices de cuál lugar quieres los planos.

Una sonrisa de malévola superioridad se dibujó en el rostro de la leopardo de las nieves. Pronto, muy pronto, todo iba a acabar.

—A las diez horas te enviaré un archivo con todo lo necesario, en cuanto a las direcciones... —Se levantó, fue hasta donde estaba su computador y tomó un trozo de papel, garabateó las direcciones y se las entregó al oso—. Aquí están. Espero buenos resultados, Malik.

Zootopia: Osiris (SEPT 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora