Capítulo 3

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El reloj marcaba las once de la mañana cuando me desperté. Me levanté para ir al baño y le hice una mueca a mi reflejo. Mis ojos estaban hinchados por haber pasado la noche llorando. Intenté refrescarme un poco mojando mi cara y lavé mis dientes. Hubiera deseado quedarme en cama todo el día, pero no podía deprimirme por un chico que nunca me había amado. Si no me levantaba hoy, no iba a poder levantarme al siguiente día. Ahora tenía que levantarme cada día luchando contra mi enfermedad y un corazón roto.

Bajé a la cocina y ahí me encontré a mis hermanas desayunando. Ella se sirvió café y se giró para después alzar la mirada, sonrió al verme levanta.

—Buenos días—dijo ella.

—Buenos días—contesté sin muchos ánimos.

Me senté a un lado de Esther en la barra de la cocina y me pasé los dedos por el cabello. Mi hermana mayor dejó su taza en la barra y comenzó a servir algo del desayuno en un plato.

—Estas hecha un asco—murmuró Esther mientras le daba un sorbo a su jugo, de la nada apareció una manzana que le dio a mi hermana en la cabeza. Ella alzó la cabeza molesta al darse cuenta que Ella le había lanzado aquel proyectil de comida— ¿Qué?

Ella puso el plato de comida frente a mí y le agradecí con una sonrisa.

—Así te ves cuando te estas muriendo—le contesté mientras cortaba mi tocino en trozos. Las dos se quedaron mirándome como si la cabeza se me hubiera caído—. Estoy bromeando—alcé mis manos para tranquilizarlas—. Bueno, más o menos—metí un pedazo de tocino a mi boca.

—Estás loca—dijo Esther y yo me encogí de hombros.

— ¿Dónde están mamá y papá? —pregunté.

Ella se sentó frente a nosotras y le dio otro sorbo a su café.

—Mamá y papá fueron por Wade—contestó esta y miró su reloj—. Él ya debe de haber llegado. No han de tardar para estar en casa.

—Me muero por volver a ver a Wade—le di un sorbo al jugo—. Lo extraño mucho.

—Sí, ha sido horrible ser la mayor y cuidar de ustedes yo sola—Esther le lanzó un pedazo de pan a Ella y las tres reímos—. ¡Son un dolor en el trasero!

Las tres estábamos riendo y terminando de desayunar cuando escuchamos que la puerta se abrió.

— ¡Chicas, ya llegamos! —gritó papá.

Ella, Esther y yo volteamos hacia la puerta de la cocina y por ella vimos entrar a Wade.

— ¡Wade! —me levanté de mi asiento de un brinco y corrí hasta él para abrazarlo con fuerza.

Él era mi hermano mayor, solo nos llevábamos un año de diferencia, así que además de hermanos éramos como mejores amigos. Él se había ido a España para estudiar su carrera, además que mientras estudiaba quería conocer su país favorito.

— ¿Se te ha pegado el acento castellano, tío? —le pregunte imitando dicho acento.

—Por supuesto que sí, tía—me contestó él con el mismo acento y ambos reímos. Wade tomó mi rostro entre sus manos y me inspeccionó—. ¿Cómo te sientes?

—Sigo viva.

—Voy a matar a Mar...

—Ni siquiera digas su nombre, no vale la pena.

Todos nos sentamos alrededor de la barra para tener un desayuno familiar como hace ya casi un año que no teníamos. La familia Brown estaba reunida de nuevo y eso hacía que las piezas rotas de mi corazón volvieran a unirse. El amor de la familia puede ayudar a sanar un corazón roto con más facilidad.

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