Capítulo 9

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Nunca había sentido esto antes. Era como si una mano estuviera en mi pecho y tomara mi corazón para aplastarlo, incluso me hacía sentir que me faltaba el aire. Había visto a mi hermano besarse con la chica que me gustaba y de la que no tenía duda de la que me estaba enamorando.

Justo ahora, sentando en mi habitación y viendo al techo, me siento como un completo idiota. ¿Por qué rayos le dije aquellas estupideces en el momento en que nos encontramos? Tal vez si no hubiera dicho aquello, a quien hubiera besado sería a mí y no a él.

Cerré los ojos un momento, para apartar todos aquellos pensamientos de mi mente, pero a mí vino el recuerdo de Nick y Eliana besándose. Gruñí y golpeé el colchón con mi puño. Alguien llamó a la puerta.

— ¿Quién? —pegunté sin muchos ánimos.

—Soy yo, Eliana—murmuró ella y su voz se escuchó amortiguada contra la puerta. Mi corazón dolió pero se sobresaltó al saber que estaba ahí—. ¿Estás bien, Joe?

No, no estaba para nada bien, pero ella no puede saberlo.

—Todo bien, puedes regresar a...—me mordí la lengua para contenerme de lo que iba a decir—hacer lo que estabas haciendo.

—Solo abre la puerta—suspiré pesadamente, no podía negarle nada, así que me levanté de la cama y le abrí la puerta. Me regresé a la cama tirándome boca abajo—. Joseph—la escuché suspiré pesadamente—. Yo... quiero que sepas que lo siento.

Alcé una ceja al escuchar su disculpa, aunque me hacía sentir bien ella no debía disculparse.

— ¿Por qué te estas disculpando? —me giré apoyándome en mi codo para verla.

—Por... lo que viste... es...—ella evitaba mi mirada.

Me levante de la cama para ir con ella y tomé su rostro entre mis manos. La miré a los ojos y sentía que me sumergía en sus ojos y me dejaba envolver por sus emociones.

—No tienes nada que explicar, tú eres libre de enamorarte de quién tú quieras.

—Ese es el problema, no sé si estoy enamorada.

—Bueno, el amor no se puede forzar, a veces se da de poco a poco—acaricie su mejilla con mi pulgar.

—No quise hacerte sentir mal—murmuró mientras me veía a los ojos y sentí que el corazón se me detenía.

—Tranquila—me aparte y me senté en la cama—, no tienes que preocuparte por mí.

—Tus palabras dicen una cosa pero tus ojos dicen otra cosa—ella me sonrió y se sentó a mi lado para después tomar mi mano—. Dime que pasa.

—Tengo algo que confesarte—dije en voz baja mientras miraba el suelo—admito que sentí como una patada en el hígado verte besar con Nick—como vi que ella no decía nada seguí hablando—. Me gustas, Eliana, mucho y sé que no sientes lo mismo, pero... recordé porque me enamoré de ti cuando éramos niños—la miré a los ojos y vi que ella estaba en shock por lo que le estaba diciendo, aparté un mechón de su cabello y lo puse detrás de su oreja. Al ver que ella no se apartaba de mí me incliné un poco para acercarme más a sus labios. Cerré los ojos y rosé sus labios para darle una última oportunidad de apartarse de mí. Cuando ella no lo hizo ejercí una suave presión en sus labios. La besé y sentí que algo dentro de mí hacia explosión. Era como un millón de fuegos artificiales en mi pecho y que mi corazón latía a mil. Lo más increíble de todo es que ella me estaba correspondiendo el beso. Ella se apartó de mí con suavidad y lo que vi en su mirada me dio una esperanza.

—Joe—ella susurró mi nombre y abrió sus labios para decirme algo, pero en ese preciso momento, en ese maldito momento, tocaron a la puerta.

— ¿Quién es? —pregunté con fastidio.

—Soy Esther, ¿esta Eli contigo?

Gruñí con fastidio.

—Aquí estoy—dijo Eli—, ¿qué pasa?

—Ya debemos irnos.

—Bajo en un momento.

—Te esperamos solo a ti.

Ella y yo nos volteamos a ver y en nuestras miradas podíamos darnos cuenta que había muchas cosas que queríamos decir, pero no sabíamos cómo.

—Bueno... yo... debo irme—ella se levantó, pero la detuve.

—Eli, ¿te gustaría salir conmigo?

—Claro.

—Mañana a las dos, ¿te parece?

—Perfecto.

Ella se inclinó para dejar un beso en mi mejilla, pero tomé su rostro entre mis manos para dejar un suave beso en sus labios. Había probado solo sus labios una vez y creo que ya no podría resistirme a volver a hacer, una y otra vez. Me separé y le sonreí mientras veía que su rostro se ponía todo rojo.

—Adiós—murmuró ella.

La vi irse mientras me recargaba en el marco de la puerta. Eliana,tienes mi corazón ganado.

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