Capítulo 22. De tal asesino, tal astilla.

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Allen era extraño, era completamente diferente a mí o a su madre. Lo supe desde el momento en que nació y la idea se reforzó cuanto más crecía. La crueldad nunca se alojó en sus ojos como en los míos, pero tampoco demostraban debilidad como los de Mary.

Puedo recordar perfectamente como la madre de Allen me rogaba que dejara mi trabajo, luego cambio la petición a que no llevara a nuestro hijo por el mismo camino que el mío, y por último recuerdo cómo me imploraba que no lastimara al chico, que no la matara, que no lo matara a él. Recuerdos que realmente ya ni siquiera me hacen demasiado daño. Después de todo la muerte de mi esposa no era del todo mi culpa, ella fue la que quería estar conmigo... Ambos nos enamoramos, pero ella salió perdiendo.

Bajé del auto y encendí un cigarrillo nada más poner un pie en la acera. Me acerqué caminando de forma tranquila al gran edificio que estaba frente a mí y suspiré notando que tendría que apagar el papel lleno de tabaco que no llevaba ni un cuarto consumido antes de entrar al lugar.

Reí por lo bajo al pensar cuántas veces Allen se había tenido que cambiar de escuela por los diversos trabajos con adolescentes que habíamos hecho, si mis cálculos no me fallaban habían sido unas cinco veces y todas habían terminado de forma trágica... o positiva, depende de quién lo juzgue.

-Buenas tardes, vengo a hablar con Allen Fold- le dije a la pequeña recepcionista del colegio, quién totalmente desinteresada tomó una pila de post-it y escribió en uno algo que no alcancé a leer.

- ¿Quién es usted? - me preguntó sin siquiera mirarme. Ah... otro día, en otra situación ésta conversación me hubiera dado ganas de torturar a alguien.

-Su padre, tenemos una emergencia familiar y necesito verlo.

La mujer habló por una especie de teléfono clásico de oficina y me dijo que esperara un momento. Me acerqué a unos asientos puestos de forma que hacían algo así como una pequeña salita de espera y me recosté relajado a esperar que mi hijo saliera.

Mary, la madre de Allen, siempre era quién se ocupaba del colegio de nuestro hijo, yo jamás supe siquiera en que año estaba hasta que ella murió, pero no fue un gran problema adaptarme a cuidarlo, tampoco es que tuviera que hacer mucho, en mi opinión un chico de diez años puede hacer perfectamente todo lo que necesita sin tener una madre al lado, y sinceramente nunca había tenido un padre presente, no era necesario que le demostrara nada justo en ese momento.

-Allen... niño estúpido- suspiré

El niño de los ojos grises, mi único hijo real y él único al que no sentía como mío. Tenía tantos "estudiantes" a mi cargo que eran chicos ideales, dignos de ser hijos míos, buenos asesinos, perfectos espías, sin sentimientos ridículos rondando en sus mentes y aun así al único que le tenía real amor era a ese niño llorón, que se había quejado toda su vida de cómo lo críe, que aguantaba cada golpe que le daba para castigarle y me los devolvía con una mirada de dolor que me rompía por dentro. Si es que eso era posible.

Era un hijo terrible, me daba problemas siempre que podía, me contradecía y cumplía con muy pocas de mis expectativas, pero aun así yo sabía que para ser sicario era para lo único que realmente servía. Nunca le había gustado matar gente, tampoco es que haya demasiadas personas a las que les guste eso en realidad... Lloraba por horas sin parar luego de lastimar a alguien, pero era rápido, sabía esconder su lado desagradable de todas las personas, no necesitaba que nadie respaldara su trabajo, por obligación había sido un profesional toda su vida... hasta ahora, todo por culpa del hijo de los Yirumi.

Ni siquiera me interesaba que a mí hijo le gustaran los hombres, lo había visto salir con chicas y con chicos toda su vida y jamás lo encontré como algo anormal, me molestaba que estuviera enamorado. Ese chico tenía a mi hijo a sus pies, era cosa de decir una palabra incorrecta y Allen se desmoronaría sin más. Lo único que me tranquilizaba era pensar que jamás le revelaría nuestro trabajo a nadie, por miedo a mí, pero más aún por el miedo profundo que le daba el perder a Lau.

Love & MurderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora