Capítulo 9. Me estás matando.

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Cuando Allen me empujo a la cama mi corazón dio un brinco de emoción que me hizo soltar una pequeña risita mientras mi piel entraba en contacto con sus suaves sabanas. Sus ojos grises me miraron con picardía absorbiendo los míos, mientras se acercaba a la cama, demasiado lento para mi paciencia, y se tumbaba sobre mí.

El pelinegro siguió besando la totalidad de mi torso, cuello, rostro y sobretodo labios. Todos sus movimientos se sentían tan bien que creí poder morir de placer ahí mismo.

Después de unos minutos de solo caricias la ropa se nos hizo un gran estorbo lo que llevo a Allen a pasar sus manos bajo mi camiseta, sacándola con sumo cuidado por mi cabeza, para luego hacer lo mismo con la suya.

Sus manos crearon una descarga eléctrica que cruzó todo mi cuerpo excitándolo aún más. En algún minuto de nuestra sesión de besos mis pantalones también desaparecieron dejándome ante él solo en ropa interior. Había que equilibrar la situación así que arrojé sus pantalones al suelo sin más.

Allen bajo sus labios a mi ingle y comenzó a repartir besos sobre mi bóxer, haciendo que múltiples gemidos escaparan de mi boca. La sensación de humedad me volvía loco y no pude evitar soltar un jadeo cuando el pelinegro se deshizo de mis calzoncillos tirándolos hacia abajo con sus dientes.

-Al...ngh... ¿Qu-que haces?- intenté preguntarle cuando noté que introducía mi miembro en su boca y comenzaba a succionarlo. Él solo me miró divertido y siguió con su faena.

Unos segundos más de caricias, besos y mordidas en mi entrepierna fueron más que suficientes para que me corriera en su boca, sonrojándome de vergüenza en un instante.

-L-lo siento, yo... no-rojo como un tomate y agitado intenté disculparme con Allen, pero el solo llevo su rostro a la altura del mío y me sonrío relamiendo lentamente sus labios, lo que me causo un pequeño jadeo.

Nos besamos otra vez como si no hubiera un mañana, rodee el cuello de Allen con mis brazos y abracé su cintura con mis piernas para que tuviéramos más cercanía entre ambos. Al rozar mi entrepierna con el miembro de Allen él soltó un suspiro, así que lo volví a hacer dos veces más, escuchando los leves gemidos del ojigris en mi oído.

Sus ojos, que antes desbordaban ternura, ahora estaban nublados por el deseo y la pasión como seguramente también estaban los míos.

Puso sus dedos frente a mis labios tocándolos un poco, en un gesto que me indicaba que debía abrir la boca. Y lo hice. Tome sus dedos entre mis labios y comencé a succionarlos y lubricarlos con rapidez mientras el movía su mano desde adelante hacía atrás.

Cuando sus dedos ya estaban considerablemente húmedos Allen llevo sus dedos a mi entrada y mi corazón volvío a saltar, pero esta vez con miedo reemplazando a la emoción. En mi cabeza se agolpaban las preguntas una tras otra. ¿Dolería? ¿Estaría bien? ¿No había otro modo? ¿¡Por qué soy yo la chica!?

La mayoría de mis preguntas fueron contestadas cuando un dedo se introdujo en mi interior, causando que una punzada de dolor recorriera mi espina dorsal. Mis ojos se inundaron de lágrimas de dolor mientras intentaba respirar hondo.

Allen mi miró con preocupación y comenzó a repartir besos por mi cuello intentando distraerme y tranquilizarme. A ese dedo lo siguió otro, y a ese segundo un tercero. Tres dedos se movían en mi interior causando la sensación más desagradable que había tenido jamás.

El pelinegro siguió jugando con sus dedos y después de un rato la sensación de incomodidad fue reemplazada por puro placer. Cuando ya me había acostumbrado, busque más placer y comencé a mover mis caderas de adelante hacía atrás intentando que Allen captara mi mensaje.

Love & MurderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora