Capítulo 26. El trato de un asesino.

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Corrí por las calles mojadas mientras mi cabello azabache se empapaba con la lluvia que cada vez se hacía más fuerte, los truenos se escuchaban a lo lejos y a ratos me sobresaltaba cuándo una luz amarilla y potente cruzaba los cielos.

Luego de besar a Lau, lo había mirado por unos segundos y había escapado del lugar. No podía soportar su mirada, no sabía si era odio, reproche, tristeza o decepción, pero no podía aguantar ninguna de esas emociones presentes en sus ojos, no podía, a pesar de que las merecía más que nadie en la tierra. Lo dañe de una manera terrible e irreparable, y tenía que afrontar esa realidad, aún si no podía estar nunca más con él, sólo me quedaba arreglar las cosas, lo más que pudiera, y dejarlo vivir felizmente alejado de toda la mierda en la que yo lo había hundido.

Llegando a mi casa, arrastrando los pies con desgano, miré como una pequeña y menuda chica estaba recostada contra una pared, igual de mojada que yo, con el cabello rubio pegado al rostro, de la misma forma que el vestido celeste que traía puesto a su cuerpo. Me acerqué con lentitud, sabiendo a medio camino ya quién era esa chica. Ammy.

Hice un ademán de sacarme la chaqueta, pero no serviría de nada y además ya no la llevaba encima, lo mejor era llevarla adentro lo antes posible. Por medio segundo pensar en abrigarla pudo desplazar mis pensamientos sobre Lau, pero luego una presión en la boca de mi estómago y también en el corazón me recordó todo lo que había pasado hace unos minutos, y como también había dejado al rubio bajo la intensa lluvia con frío y llorando desconsolado. Cerré los ojos e intenté tragar saliva para no llorar. No podía llorar, no tenía por qué hacerlo, fui yo quién le causo dolor, actuar como la víctima no sería correcto.

-Hey...Ammy- dije con voz ronca mientras me acercaba a ella y le ponía una mano en el hombro desnudo- ¿Qué haces aquí?

Miró a su alrededor como intentando darse cuenta de dónde se encontraba, luego miro su vestido y se cubrió con las manos lo más que podía. Posó sus ojos enormes y redondos en los míos, y luego de unos segundos de observarme fijamente me abrazó fuerte. Sorprendiéndome y casi ahogándome a la vez. ¿Cómo alguien tan enano tenía tanta fuerza en los brazos?

-Tranquila...- le devolví el abrazo e intenté de calmarla para que no me apretara tan fuerte. Sabía que estaba a punto de llorar sin necesidad de verle el rostro, pero realmente no entendía que le estaba pasando y por qué había estado esperándome a mí hasta quedar tan empapada como estaba- Ammy ¿Entremos? Así podrás quitarte la ropa mojada...

Ella asintió levemente con la cabeza y aun afirmándose de mí, pero esta vez sólo de mi brazo derecho, me siguió hasta el interior de la casa. No había nadie dentro de ella, lo que me tranquilizo y automáticamente me hizo soltar un suspiro de calma, no necesitaba ahora a mi padre preguntándome el por qué tenía a una chica empapada colgando de mi brazo. Subimos las escaleras en silencio, de forma tranquila pero pegados uno al otro, dejando que las gotas de agua mojaran el suelo de madera. Luego secaría, si es que me acordaba.

Abrí la puerta de mi habitación y dejé pasar primero a Ammy y luego entré yo. Ella se sentó en la cama con la mirada gacha mientras yo me acercaba a mi armario para buscarle dentro de él algo de ropa. Le pasé una polera grande, unos pantalones de buzo y un polerón con cierre, se los dejé encima de sus piernas mientras yo volvía al closet por ropa para mí. Saqué unos jeans viejos, y una sudadera manga larga, al tomar una polera para ponerme debajo me di cuenta de que la que había elegido era de Lau, que se le debía haber quedado en algún momento y yo no me había acordado de devolvérsela. Me mordí los labios con desesperación, realmente no había dolor más grande que ese, física y mentalmente hablando, mis músculos se contraían y mi mente se esforzaba en repetir nuestras escenas juntos en esa habitación una y otra vez.

Love & MurderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora