Capítulo 28. Un asesino teme a la muerte.

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Bajamos por el ascensor ordenándonos los trajes lo más que podíamos para pasar desapercibidos. En la primera planta nos encontramos con seis personas más, cuatro hombres con trajes iguales a los nuestros y dos chicas, una con un vestido rojo muy corto y otra con un vestido negro hasta más debajo de las rodillas, pero ajustado.

-Hey- me saludó con un gesto la chica del vestido negro, Karin, una de las más antiguas aprendices de mi padre.

- ¿Sabes dónde está? - pregunté en voz baja uniéndome al grupo y caminando muy cerca de la chica, que intentaba sujetar su cabello castaño con una pequeña horquilla negra.

-Tercera mesa de la derecha, junto a las ventanas- me contestó Karin acercando sus labios a mi oreja- tiene compañía, al parecer es un senador, pero no hemos podido comprobarlo aún.

-Bien- caminé hacía el inicio del grupo, y me posicione junto a Amir mirando seriamente el gran comedor que se abría paso frente a mis ojos.

Éramos un grupo intimidante, pero esa era la idea, no parecer matones ni hacer ningún escándalo, pero aun así poder causarle temor a quién debemos asustar. Fije la vista en un hombre de traje, arreglado de forma vanidosa, que conversaba calmadamente con otro hombre, más bajo y menos arreglado que el primero, mientras tomaba una copa de vino por el mango.

Sentí el cambio automático de mi ceño al ver a ese hombre, se veía tan formal... Tan correcto. Y realmente sólo era un cerdo, un egoísta y ambicioso ser humano asqueroso. Pero... ¿Quién era yo para juzgar? Si contratar a un sicario para matar a quién se interpone en tu camino es bajo, ser quién asesina a las personas por dinero... Es algo indescriptible, inhumano, simplemente repugnante.

Mientras más me acercaba a la mesa de ese hombre, más se acrecentaba el calor en mi cuerpo. Estaba agitado, respiraba pesadamente y sentía como mis puños se extendían y contraían con cada paso. Quería tomarlo, enterrarle esos cubiertos de plata tan brillantes, que usaba para comer, en los ojos y echarle por encima ese asqueroso vino que saboreaba con tanta parsimonia. Que ganas de destrozarlo ahí mismo, dejar que todos vieran cuán rastrero era mientras me rogaba por su vida, que supiera que en mis manos estaba su último aliento, como él creía que en las suyas estaba el de Lau.

Las fantasías me consumían, pero sabía que debía controlarme o todo lo que habíamos planeado las últimas semanas sería un completo fiasco. Aguantar unos minutos para luego tener una venganza. Una que no me merecía, pero que deseaba con cada fibra de mi cuerpo.

-No tan rápido- dijo uno de los chicos de traje tras de mí, Andy. Mientras tomaba mi brazo para empujarme un poco hacía él, lo miré enfadado esperando que me diera una explicación. Él bajo la vista asustado y me dijo en voz baja: - Padre... tú padre quiere hablar contigo, dijo que lo llamaras...

Suspiré y me solté de su agarre yendo rápidamente hacía el otro lado del restorán. Tomé mi teléfono con rapidez mientras marcaba el número de mi padre. Siempre era tan oportuno...

- ¿Qué pasa? - pregunté cuándo escuché como contestaban al otro lado de la línea.

-Debes ser cuidadoso, McKellen me llamo hace una media hora- al escuchar la primera parte de la información mi corazón latió desbocado por el nerviosismo- quería advertirme que sabía sobre lo que le habíamos hecho a unos de sus guardaespaldas.

-Pero ese era plan- me apresuré a decir.

-Sí, lo sé, pero de todas formas debes ser especialmente sigiloso. Me dijo que contrato a personas diferentes, no fue tan estúpido para amenazarme, pero si para mencionar que el trabajo lo harían a la brevedad. ¿Tienes contacto aún con ese niño?

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