Epílogo: Oscuridad y frío.

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El ruido de los pocos autos que pasaban por la calle esa noche, llenaban de ecos la ciudad. Las luces de los edificios y las farolas de las veredas hacían que una paleta de colores hermosa de dorados se confundiera con el negro del cielo y el pálido reflejo de la luna, que estaba en su máximo esplendor.

Los pasos se confundían con el sonido de las pequeñas gotas de una lluvia que estaba comenzando, o quizás finalizando, que dejaba toda la acera empapada haciendo que el olor a "asfalto mojado" llegara justo a las fosas nasales del chico que caminaba por ahí.

Con un cigarro entre los labios y bastante abrigado por el frío que el invierno dejaba entrever, recorría sin rumbo las calles que hacía mucho tiempo había pisado.

Caminó con paso firme hasta una pequeña tienda que ya había cerrado, ya que era muy entrada la noche, y se quedó frente a ella, inmóvil, como esperando que alguien se reuniera con él en ese lugar. El letrero de la cafetería rezaba "Mollis" en unas redondas letras pintadas de rosa pálido, y se movía con el viento haciendo que tintinearan las cadenas de las que colgaba.

Con una última calada, el chico dejó que su cigarro se consumiera por completo y lo boto en el asfalto, pisándolo sin mucha fuerza para apagar los retazos de cenizas que aún quedaran encendidos. Dejó que el resto del humo escapara de sus labios de manera lenta, casi tortuosa y luego aspiró una bocanada de aire puro intentando aliviar así su resentida garganta y pulmones.

Llevo una mano a su pelo, e intentó sacudirlo sin mucho éxito, para quitarse las gotas de lluvia. Vio su reflejo en las ventanas de vidrio del lugar y suspiró, intentando encontrar una respuesta a por qué había vuelto ahí luego de tanto tiempo.

Habían pasado cinco años desde que todo había ocurrido, cinco años desde que el chico que un día amó había desaparecido sin más. Y aún así, el seguía volviendo cada año a esa cafetería, a ese callejón, en donde se habían dado su último beso.

El reflejo de un hombre alto, rubio, de ojos verdes lo miró, e intentó sonreírle, pero no logró ni siquiera una mueca. Recordaba cómo había pasado el tiempo mirando su reflejo, por horas en ese lugar, hasta que terminaba yéndose sin ninguna esperanza. Cada año que pasaba, Lau perdía más recuerdos sobre lo que había pasado con el chico de cabello azabache. Cada año, Lau se preguntaba más veces si realmente era necesario volver a esa esquina, si realmente necesitaba recordar todos aquellos sentimientos que tanto le habían costado superar.

Pero lo hacía, volvía porque no quería olvidar, no quería dejar atrás lo único que le quedaba de Allen. Nada más que ese lugar probaba que realmente había existido ese chico de ojos grises que había cambiado su vida, su mundo, y que luego de hacerlo había dejado de existir, como si no tuviera que hacerse responsable del corazón dañado que dejaba atrás.

El chico rubio retrocedió, fijando su mirada en el callejón que estaba a un lado de la cafetería, y su corazón se estremeció como la primera vez que visitó aquel lugar luego de que Allen desapareciera. Era un sentimiento horrible, sentía el estomago vació y aún así quería vomitar, sus manos temblaban al igual que su labio inferior y sentía un frío indescriptible en su nuca y manos, a pesar de llevar bufanda y guantes.

Recordó el llanto de ambos, la pistola en su cabeza, el click... Recordó el beso más triste y miserable de todos los que se habían dado y esos ojos grises llenos de miedo. Recordó la espalda de Allen alejándose de él...

Lau chasqueó la lengua e intentó despejar su cabeza de aquellos recuerdos. Ir a "Mollis" era casi como cuando visitas a un familiar en el cementerio. Tenía demasiados recuerdos, pero sabía que nada de eso podría volver a él.

Decidió irse del lugar, caminando bajo la lluvia exactamente como aquel día, pero esta vez sin la esperanza que había guardado todos esos años de verlo de nuevo. Había decidido seguir adelante, y no podía vivir su vida estancado en un pasado que jamás podría recuperar.

Y, ya sea porque el destino es cruel, o porque solo opera de maneras que no son entendibles para nuestra conciencia, un hombre con el cabello azabache y los ojos endurecidos por aquello que había vivido en el tiempo en que no visitó aquel lugar, pasó por la cafetería y posó sus ojos grises sobre las ventanas de vidrio, sonriéndole a su reflejo y sabiendo que había vuelto a su hogar. Repitiéndose que aunque la oscuridad siempre lo acompañaba, había luces que jamás podrían apagarse. 

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¡El final ha llegado! 

He estado escribiendo esta historia por cuatro años, y por fin he podido darle un final. Algo que me negaba a hacer desde hace un largo tiempo. Ahora planeo darle un final a las demás jajaja pero además de eso me gustaría editar esta, y poder darle los toques que creo que le faltaron para que fuera mejor, espero que puedan ver esos cambios, ya que pienso agregar muchos detalles que creo que son necesarios. 

Por otro lado, no quiero que me maten, sé que todos queríamos que Laullen terminaran juntos, pero a veces se necesita una separación para que la vuelta sea más romántica y duradera, por lo que ¡Sí! va a haber una segunda parte. Siempre escribí la historia pensando en que tendría una continuación. No puedo dejar que mis chicos no sean felices una vez más jajaja 

Espero que nos leamos pronto, y que hayan disfrutado tanto esta historia como yo. 

¡Adiós! 

-HQuinn. 

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