Capitulo 3. Asesino ignorado

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Mi despertador sonó exactamente a las siete de la mañana, el horario era una de las pocas cosas que me gustaban de la escuela. Levantarme temprano era algo que encontraba un placer de la vida, a diferencia de muchas personas que decían que el suyo era dormir. Yo, por otro lado lo odiaba con todo mí ser.

Gracias a mi peculiar trabajo dormir no era en absoluto gratificante, todos los recuerdos de muertes causadas por mí, se juntaban para hacer de mi noche algo insufrible y tortuoso. Desde mis dulces doce años había tenido pesadillas todas las noches. No recordaba mi último sueño bonito y enserio odiaba completamente cerrar mis ojos en las noches.

Aun que claro, no podía quejarme. Al fin y al cabo me merezco no poder dormir una noche completa jamás. Y mucho más que eso.

Fui al baño y me miré en el espejo, mi cabello azabache hacía que mis ojos grises destacaran mucho más, eran iguales a los de mi madre, algo que en parte me alegraba mucho. Revolví mi ondulado pelo y me refregué la cara para intentar quitarme los rastros de sueño.

Me duche rápidamente e igual de rápido me vestí con el nuevo uniforme que había conseguido unos días antes. Debo admitir que me quedaba bastante bien, ceñía mi cuerpo esbelto y me hacía ver más alto. Hice muecas frente al espejo un buen rato y luego salí de casa.

Me alegré de que mi padre no se encontrara esa mañana, así no tendría que darle informaciones sobre mi plan o tener que ver su desagradable cara mientras desayunaba. Mi buen humor se debía a que hace dos días no le había visto ni un pelo y esperaba que siguiera así por un largo tiempo.

Llamé por teléfono a mi mejor amigo, que es dueño de una café cerca de mi casa a la que siempre pasaba a tomar desayuno o comer algo. A pesar de tener mi misma edad- diecisiete años-había dejado la escuela el año pasado para estudiar en casa y cuidar la cafetería que había sido de su madre. Los panqueques que el cocina son los mejores.

Zach es bastante extraño, pero no una mala persona. Sabía de mi "empleo" y casi todos los secretos que yo guardaba se los contaba, siempre me consoló a pesar de la basura humana que soy y siempre me ha apoyado. Estoy muy agradecido con él.

Tiene el cabello castaño oscuro al igual que sus ojos. Su tez es muy pálida y su nariz está repleta de pequeñas pecas café claro, lo que le da un aspecto adorable. Es una persona amable y alegre, siempre atiende bien a sus clientes y hace todo por ellos. Lo mejor de todo es que es un buen amigo, tiene un lado maduro que no muchos conocen y es el mejor dando consejos. Era sorprendente que alguien como él se relacione con alguien como yo. Las ironías de la vida...

-Zach ¿Puedo ir a verte?- le dije con voz alegre por el teléfono.- Espero tengas algo sabroso de desayuno, "pequitas".

Zachariah soltó una carcajada por el otro lado de la línea y cortó dejándome claro que me esperaba para desayunar con él. Feliz, corrí hacía donde estaba su negocio, los panqueques que vendía en las mañanas eran los mejores.

Cuando llegue el castaño me esperaba con una mesa llena de panqueques y con un café helado. ¡Amaba a este chico! Siempre sabía que darme de comer. Aunque claro, estoy en la etapa de mi adolescencia en donde todo lo que me den de comer lo aceptaría con gusto. Y lo mejor es que mi físico seguía igual, ¡Oh grandioso metabolismo!

-¡Allen! ¿Cómo estás?- Me preguntó Zach con una sonrisa mientras se acercaba a la mesa que yo ocupaba.- Intenta no comerte mis platos, los necesito luego.

Lo miré con molestia y seguí devorando los panqueques como si fuera la primera vez que comía en meses ó quizás años.

-Ez tu cupa- dije con la boca llena y trague con dificultad- Tus panqueques son muy deliciosos para comerlos con tranquilidad- tome otro trozo enorme de comida y lo introduje en mi boca.

Love & MurderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora