XXXX

1 0 0
                                    

Roberta, Alaska, 23 de Julio de 2009, casa de las gemelas Olsen.

        Marta se halla en el mismo cuarto de la buhardilla en el que me encerraron a mí el primer día. Fiona me ha acompañado hasta la puerta y sé que no se apartará de ella hasta que yo me marche. Mi amiga se encuentra tumbada sobre el jergón, observando con concentrada fijeza el techo, como si en él se proyectase una película.

— Marta.

— ¿Qué mierda de droga fue la que me administraron?

— Ninguna. Las gemelas que te custodian dominan la telekinesia, y la negra puede meterse en tu cabeza y leerla, o manejarte como una marioneta. La vieja puede matarte al instante con apenas desearlo y la niña atraviesa las paredes; es probable que te haga alguna visita, trátala con cariño. La gordita te cura cualquier afección con sólo tocarte y la otra es capaz de manipular el clima; creo que no me dejo a nadie. Sorprendente, ¿verdad?

— Falta tu Loíta.

— Ella tiene más de treinta años y es clarividente. Cuando llegué aquí, estaba más delgada que tú y era virgen.

        Marta reincide en contemplar el techo, dando a entender, sin palabras, que no me cree en absoluto.

— Esto sí que es una droga, además sorprendente de veras.

        No se molesta en mirar, simulando que sigue enfadada conmigo, tal vez loesté. Sé que es mezquino, pero me ha costado más de media hora convencer aRoberta y llevo más de quince años deseando acostarme con la mujer que yace ami lado, apenas vestida con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos.Extraigo el pedazo de trapo de la lata de crema de manos y le cubro la nariz con él. 

El prisionero de RobertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora