XXXVI

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Roberta, Alaska, 6 de Julio de 2009, casa de Helen Davis.

        Helen se deshace en llanto. No es de extrañar. Se me antoja increíble que una mujer, en apariencia tan frágil, haya sobrevivido a lo que me acaba de relatar sin perder la cordura. La abrazo y permito que llore sobre mi pecho un buen rato. Entonces recuerdo el regalo que le traía y aún guardo en el bolsillo. Nuestro último día no fue de los más memorables, y llegué a temer que incluso se negase a abrirme la puerta.

— Toma. Es posible que esté caducado, pero, si sale que sí, supongo que será de fiar.

        Ella acepta el test de embarazo con manos temblorosas y se apresurahacia el baño. En una de mis sesiones exploratorias con Nicky, descubrí uncajón repleto en el drugstore. Su cara al retornar desvela que no sólo seencontraba en perfecto estado, sino que voy a ser padre por partida doble. Llorade nuevo, pero ahora son lágrimas de felicidad. En medio del llanto, apenasatina a confesarme que ella era estéril. 

El prisionero de RobertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora