El prisionero de Roberta

XV

Roberta, Alaska, 17 de Junio de 2009, casa de las gemelas Olsen.

        Fiona me recibe con un conjunto de encaje y seda rojo, propio de una prostituta de lujo, que le queda grande, en especial el sujetador, y se ha encaramado a unas sandalias con tacón de aguja sobre las que apenas es capaz de mantenerse. Parece evidente que se lo debe haber agenciado en una de las casas deshabitadas. El esfuerzo es digno de encomio, aunque el resultado no esté a la altura. Con su pelo corto, sus piernas huesudas y ese sostén casi hueco, parece un muchacho que acabe de asaltar el armario de su madre. Tras desnudarla con los dientes, le pido que me lo haga mientras levitamos.

        Así que esto es lo que deben sentir los astronautas.

        Fiona se enrosca junto a mí mientras flotamos medio metro sobre la cama. Se la ve medio amododorrada, de lo que deduzco que el portento no debe suponerle demasiado esfuerzo, y apoya la cabeza sobre mi hombro. Resulta desconcertante que hayamos alcanzado mucha más intimidad en poco más de un día, que en las dos semanas que compartimos encerrados.

— ¿Cuántos años tiene Marge?

        La caída libre me sobresalta. Ella se posa una fracción de segundo más tarde, de lo que debo colegir que no ha sido accidental.

— Por qué lo preguntas.

—Contemplé una vieja foto en la escuela; se os veía a junto a ella, y daba la impresión de ser mayor que vosotras.

— Qué hija de perra, ¿verdad? Cada día parece estar más joven.

— ¿Por qué todas parecéis respetarla? me dio la impresión de que ni siquiera Roberta se atreve a contradecirla.

— No lo sé. Supongo que porque siempre parece tener en la boca la palabra adecuada y la razón de su parte.

        La alusión a Roberta desata su curiosidad. Parece evidente que su cambio de opinión ya es de dominio público.

        Mientras que prepara la comida, aparece Nicky con un viejo Simon bajo el brazo. Es cierto que nuncame gustó demasiado el juego, pero debo admitir que la muchacha me propinó unasoberana paliza.