Roberta, Alaska, 28 de Julio de 2009, antiguo matadero
— ¿No te marchas hoy?
— No, hoy no tengo prisa.
Marta se abraza a mí, y su cabeza reposa sobre mi pecho. Comienza a amanecer y hemos pasado toda la noche haciendo el amor. Percibo la nueva vida que le he implantado esta noche y que ya palpita en su vientre.
— Pensé que las brujas habían acabado contigo.
— Ahora yo también soy como ellas.
— ¿Ah, sí? —replica con incredulidad— ¿y qué eres capaz de hacer?
— Todo lo que hacen ellas, y alguna cosa más.
Marta se incorpora sobre el codo y me contempla con suspicacia, dudando todavía si brindar crédito a mis palabras.
— ¿Y qué va a ser de mí?
— Eres libre; puedes coger tu avión y marcharte, o podemos buscarte una casa y arreglarla, hay muchas vacías.
— ¿Y qué se supone que haría aquí? ¿Aguardar mi turno quincenal para acostarme contigo y parir como una coneja?
— Ya llevas una hija mía.
La respuesta la deja tambaleándose, como si hubiera recibido un mazazo, y vuelve a tumbarse sobre el suelo. De forma inconsciente, posa la mano izquierda sobre su vientre.
— ¿Y qué vas a hacer tú?
— De momento, mi sitio está aquí.
ESTÁS LEYENDO
El prisionero de Roberta
FantasíaUn joven piloto, que se ha trasladado a Alaska para sumar horas de vuelo a su currículo, sufre un accidente y va a parar a un remoto pueblo. A pesar de que el lugar debiera contar con unos doscientos habitantes, se encuentra poblado apenas por un...