CAPÍTULO: 23

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—Ya pasaron seis meses, ¡Seis meses!, y esa zorra no está muerta, ¡te di órdenes, órdenes de matarla! – gritaba Hanck por toda su oficina.

Mordía el interior de mi mejilla mientras rodaba los ojos con enojo y desesperación, no prestaba atención a lo que tanto decía, lo que quería era irme, también romperle la cara pero había la posibilidad de que cuándo lo hiciera él me mataría y eso no era una buena opción.

—No es mí culpa, has estado poniendo trabajo aparte de lo de la zorra de Charlotte.

—Es tu trabajo, ¿Qué pensabas hacer?, ¿¡Sentarte en esa maldita silla al esperar a que una enfermedad de transición sexual la mate!?.

—Pero no es mí culpa de que tú nos mandes a recoger drogas mientras tú estarías follandote a una puta.

—Cierra la boca, soy tu jefe y tú eres mi maldito empleado, si quiero que limpies el piso, lo haces, te salve la vida, te di un techo dónde dormir– mi mandíbula empezó apretarse, mis palmas estaban convertidas en puños.

La ira pasaba por todo mi cuerpo, era como si fuera fuego, quemando todo a su paso, queriendo golpearlo en la cara o tirar cualquier cosa que pudiera, mi cabeza pulsaba, estaba seguro que mi cara no era nada amable.

»—Así que cierra la maldita boca– se acercó a mí de golpe agarrando el cuello de mi camisa– ¡Por mí estás vivo! O'Brien no eres nada, esto es tu trabajo aceptalo de una maldita vez.

—Jodete– acerqué más mi cara a la suya, de un movimiento rápido quite sus manos– ¡Nadie tiene la culpa de lo que fuiste!, eres así por algo, pero entiende una cosa, puede que tú te hayas vuelto así, pero yo no convertiré en ti, prefiero que me mates que hacer algo parecido a lo que eres.

Se dio la vuelta mientras agarraba su cabello jalándolo hacía atrás. Hablar del pasado de Hanck era algo de lo que te podía dar una gran esperanza de muerte, nadie sabía cómo fue qué llego a hacer quién era.

Era una leyenda entre todas las organizaciones, no tiene amigos, él único que era su amigo fue mi padre, pero de ahí en fuera ninguno.

Recordaba que los sábados a las tres de la mañana todos los que eran de entrenamiento se levantaban a esa hora para ir a una habitación de huéspedes y hablábamos de las ideas que teníamos respecto a Hanck.

Una de las más creíbles y posibles era que su familia lo había abandonado, y él único que lo había adoptado era su jefe— Ni si quiera sabíamos cuales eran los nombres de las demás personas— lo entrenó haciendo que un completo marginado se volviera en una arma asesina humana.

Siendo así que lo único que Hanck sabía era matar, quitar vidas sin algún sentimiento de culpa, ninguna chica que lo había enamorado, nadie que diera la vida por ello.

Lo único que sabíamos era que mi padre fue la única persona que estaba con él, su único apoyo, pero para ser sincero jamás lo había visto antes de la muerte de mis padres, ni en navidad, cena de acción de gracias, cumpleaños, ningún día hasta la muerte de ellos.

Mi padre jamás habló de él, mi madre mucho menos, provocando que cada persona que lo conociera quisiera saber en gran secreto de su vida.

—Vete de mi oficina– gruñió mientras sus puños apretaban un poco su cabello– ¡Dije que te fueras!, vete a tu departamento no te quiero en mi casa, preocupa ya matar a esa zorra.

—Como quieras.

Rodé los ojos para alejarle de la oficina, estaba en el marco de la puerta, apretaba la madera con fuerza, contaba mentalmente para tratar de calmarme.

DARK SOULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora