VIII

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...

—¡Hasta luego Kris! —Se despide Lauren desde su auto.

—Adiós, nos vemos mañana... —Cierro la puerta más algo me toma del brazo, me giro para ver a una Lauren sonriente.

—Espera un momento querida —Me suelta y se pone a rebuscar algo en su auto—. Tengo algo muy bonito para ti.

Estando aquí fuera del auto, con este viento huracanado me congelo de frío.

—Será mejor que te apresures o tendrás una amiga de hielo dentro de pocos segundos.

—Aquí está, paciencia y triunfarás, toma —Me tiende algo cuadrado.

Achino los ojos y estiro mi brazo lentamente, cualquier regalo que provenga de Lauren es peligroso, cualquiera.

—Qué confianza —Bromea Lauren.

Es un regalo o eso parece, tiene forma cuadrada y es dura al tacto.

—¿Es... ?

—Así mismo, el libro que te había comprado.

Chillo mientras sonrío.

—Eres un sol —Digo mientras aprieto el regalo contra mi pecho.

—Alto ahí o harás que me sonroje, ni se te ocurra prestar el libro a nadie.

Asiento.

—Millones de gracias, tú regalo está en mi ropero, ansioso por llegar a tus manos... —Canturreo.

Lauren rueda los ojos.

—Las dos sabemos que no tienes un regalo, pero la intención es lo que cuenta.

—Gracias por arruinar todo, en fin, gracias nuevamente nos vemos luego.

Lauren se despide con la mano, me giro y camino hacia la puerta esperando con todas ansias a que empiece a nevar.

Entro a casa, el aire cálido de la sala me impacta y abraza siento como me derrito, me saco mi abrigo rojo de lana y lo cuelgo en una percha, cierro la puerta y busco con la mirada a alguien, nadie.

De seguro mamá estará arriba, reposando y Andrea tal vez con su novio.

No pienso decir el típico ya llegué, sé que un ladrón podría estar haciendo de las suyas ahora mismo aquí y no quiero darle la información de que llegué, camino hasta la escalera y subo, por un momento olvidé la hermosura que tengo en mis manos apresuro el paso y cuando llego al final de las escaleras una sombra aparece frente mío, abro los ojos como platos dejo de respirar, el libro en mis manos cae, siento como mi boca se seca no puedo moverme...

—Hija estás aquí... por fin —La voz de mamá suena lejana—. Hija, ¿Qué pasa?¿Has echado algo?

—N-nada mamá... —Me agacho para tomar de nuevo el libro, por un momento creía que acababa de ver a la emperatriz de sangre.

La Emperatriz de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora