VENTUNO: Última pelea

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—Sa-samuel, ayúdame.— Rogó desesperadamente el pelinegro.

—Samuel no podrá hacer algo por ti, incrédulo.— Espetó Cristhian. Con su pie izquierdo aplastó el cuerpo de Guillermo para que este permanezca en el suelo.

Guillermo forcejeaba, sus esfuerzos comenzaban a costarle mucha energía, estando el cuerpo del pelinegro en malas condiciones no favorecía en muchos sentidos.

—Arruinaste todo, mi adolescencia, arruinaste mi persona, mi ser, pero, no te permitiré que arruines mi futuro a lado de Guillermo.— Las palabras estallaron, la rabia descendía por el cuerpo del castaño, los nudillos de Samuel se empezaban a tornar de un color carmesí y la yema de sus dedos empezaba a sangrar.

Samuel estaba decidido, dio unos cuantos pasos hacia delante y se detuvo, una voz lo hizo detener.

—Uno.— Dijo Cristhian.

Cristhian tomó a Guillermo del cabello, con una fuerza increíble, lo levantó, esperó unos y con su otra mano golpeó con tal brutalidad el estomago del pelinegro. El golpe fue tan devastador que el cuerpo de Guillermo reaccionó a este, haciendo que Guillermo vomitara sangre. Para mal, no fue poca la sangre que emanó de la boca de Guillermo.

—Dos.— Nuevamente Cristhian golpeó con fuerza la parte del abdomen de Guillermo. Dejó caer el cuerpo del pelinegro.

—Samuel...— Habló Gregory, con un tono de voz bajo.

El castaño se desesperaba, le dolía demasiado ver a Guillermo en esas condiciones, estaba más que roto por dentro.

Cristhian volteó el cuerpo del pelinegro con su pie, haciendo que la mirada de Guillermo quedara hacia el cielo.

Cristian se acercó a Guillermo, se sentó en el abdomen del pelinegro y lo miró por un determinado tiempo.

—No te sientes sobre él, él no es un objeto para sentarse, quita tu sucio y repugnante trasero sobre él.— Habló muy exaltado el castaño, tomó la decisión y se acercó a Cristhian.

Cristhian, al ver que Samuel se acercaba, ordenó a sus hombres con un movimiento de su cabeza que detuvieran a Samuel y que sometieran a el resto de personas. Samuel solo frenó sus pasos.

—Si te sigues acercando solo harás que todos mueran más rápido, Samuel. Solo mira tu entorno, Idiota.— Espetó Cristhian.

El castaño volteó hacia atrás y pudo ver que todos los del café estaban de rodillas, siendo apuntados con una pistola en la cabeza, miró a frente y Cristhian también apuntaba a Guillermo con una pistola.

Samuel pronto se puso a pensar en como salir de este problema, se cuestionaba si dar la señal a los policías o no, no podía pensar con determinación y claridad. De nuevo la misma voz rompió con el silencio de Samuel.

—Tres.— Dijo Cristhian golpeando con su mano derecha el rostro de Guillermo.

—Cuatro.— Dijo Cristhian golpeando con su mano izquierda el rostro de Guillermo.

—Cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez...— Mantenía Cristian las palabras mientras seguía golpeando el rostro de Guillermo con determinada precisión.

—¡BASTA!.— Gritó Samuel al cielo. —RÁPIDO, HÁGANLO YA, QUE ESPERAN.

La lluvia empezó a caer.

Después de que Samuel terminara de hablar, se escucho un balazo. Un francotirador disparó en dirección a los hombres que sometían a los del café. Solo un disparo fue necesario para acabar con todos ya que estaban acomodados en fila. Más disparos sonaban, la gente de Cristhian empezaba a perecer, a caer. Samuel y compañía se empezaban a movilizar, sacando las armas que traían escondidas en la ropa, buscando un lugar seguro. Se inició un tiroteo, Cristhian, al ver la situación, agarró el cuerpo del pelinegro y lo llevó dentro de la camioneta.

Los disparos se propagaban de distintos lugares, los agentes de la policía empezaban a caer, la gente empezaba a morir. Después de varios minutos, el tiroteo se acabo. Solo quedó Cristhian. Los demás salieron de donde estaban, se sentían victoriosos, examinaron el campo, mucha gente tirada, pronto, Gregory marcó a una ambulancia para poder intentar salvar vidas.

De forma tan espontanea sonó un balazo, un hombre que yacía en el suelo agonizando dio su ultimo disparo, el disparo termino unos centímetros abajo del corazón de Lana. Lana cayó al suelo.

—Lanita.— Dijo Luzu, sosteniendo la cabeza de lana sobre su mano. —Estarás bien, te lo prometo, no te pasará nada, yo te cuidaré.— Apenas se podía entender que decía Luzu, su voz era baja, los sollozos no ayudaban mucho. Sus ojos se pusieron rojos, las lagrimas brotaban, cayendo en pecho de Lana.

—Luzu...— Dijo lana, llevando su mano derecha a la mejilla de Luzu. Apenas se podía escuchar su voz.

—Lana.— Las lágrimas seguían cayendo, junto a la lluvia.

—Luzu... Sigue con vida... hazlo por mi.... hazlo por Janeth.— Dijo Lana llevándose la otra mano al vientre.— Vive por nosotros... Luzu.— Lana miró fijamente a los de Luzu, sonrió y cerró los ojos.

—LANA, LANA.— Dijo Luzu, acaricio las mejillas de lana, pero ya era tarde. Luzu empezó a llorar, abrazo a Lana, aferrándose a ella, aferrándose a ese sentimiento, tratando de revivir su vida, liberando sus vidas, rompiendo con los lazos, la familia de tres, desapareció.

Un ruido de una camioneta sorprendió a todos. Cristian salió, aceleró como si no hubiese un mañana, dejando a los demás atrás, llevándose a Guillermo lejos de ellos.

Truenos y relámpagos caían a la tierra, la lluvia caía con más potencia, las nueves grises anunciaban que la lluvia no cesaría por buen tiempo, las ráfagas de aire movían demasiado los arboles, las aves salían volando, buscando un refugio. Todos estaban desconcertados, sobre todo Luzu, sus rostros expresaban tristeza, después de todo eran una familia. Una familia incompleta, fragmentada.

Samuel, corrió a la camioneta, se subió, preparó un arma por si la necesitaba y aceleró, en busca de Guillermo, en busca de su futuro.

El chico del antifaz || Wigetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora